Compañía Benavente

La compañía Benavente

 

Una de las formas más extraordinarias de vivir el teatro es llenar un par de caravanas con baúles de ropa y darle la vuelta al mundo representando comedias. La compañía de teatro Benavente es una de estas compañía de repertorio. Pueden representar más de veinte obras en cualquier momento. A la carta. Estuvimos un par de días con ellos compartiendo el montaje de algunas de ellas.

¿Por qué habéis llamado a la Compañía “Benavente”? ¿Alguna relación especial con Don Jacinto?
Siempre nos gustó Benavente. En su momento llevábamos una obra clave de él, “La Malquerida”. A la primera actriz de la compañía le gustaba mucho la obra, así que le pusimos su nombre a nuestra compañía, y así se quedó. Era una época en la que las compañías llevaban todas nombres de autores: “Compañía Lope de Vega”, “Compañía Tirso de Molina”, etc. También tomaban nombre de autores los Teatros, o incluso de la cabecera de la compañía, como la “Compañía de Amparito Ribelles”, etc.
¿Cuándo se formó vuestra compañía?
En los años cincuenta del siglo pasado. El nombre de Benavente vino después, pero la compañía como tal ya estaba formada en los cincuenta. Tanto mi mujer como yo estábamos en el teatro antes de formar la compañía. Ella iba con sus padres en compañía y yo iba con los míos por otro lado.
Familia de actores de toda la vida.
Desde niños, sí. Y por varias generaciones. Mis hijos que están aquí son ya la tercera generación. Y en todos los casos, por parte de padre y de madre. Somos una saga. Mi cuna ha sido los baúles de sastrería en los camerinos de los teatros. Se abría el baúl y encima de la ropa de sastrería me depositaban. Ese era el mejor colchón. Mientras mis padres actuaban, yo me quedaba en el baúl en los camerinos. ¡Y qué bien se dormía!
¿Todos los miembros de la compañía sois familia?
No, todos no. Ahora mismo somos diez actores y tres técnicos.
¿Cómo se nutre de actores la compañía?
Esta es una compañía muy estable, es la única forma de poder llevar en el repertorio los veinticinco títulos que llevamos. Hay una cabecera, lógicamente, una segunda cabecera, por llamarlo de alguna manera, y los demás somos los peones de la compañía. El que menos lleva cinco años. Pero la compañía siempre está abierta a nueva gente. Muchísimos actores han pasado por aquí y seguirán pasando.

La crisis del teatro es mentira. El público va al teatro cuando le interesa la obra. Cuando no le interesa no va.

¿Dónde estáis radicados geográficamente?
La compañía es de Madrid. Allí tenemos la sede y donde ensayamos e iniciamos los montajes. Luego se terminan de perfilar en la propia gira. Cada año se estrenan una media de tres obras. Eso es lo que te permite ir renovando y ampliando repertorio.
¿Cómo elegís el repertorio?
Según los públicos. Nosotros vivimos mucho del público y sabemos lo que les gusta. Vamos escogiendo comedias (obras, en el argot) de autores que sabemos que pueden agradar y que caen bien. Siempre obras punta, obras que vemos que han sido un éxito y que gustan. Todas obras escogidas y con un éxito contrastado. Y que tengan un porqué. Es muy importante montar algo que venga a colación en el momento en el que estamos. En el año Lorca hubimos de montar algo de Lorca, el año Celestina hubo que montar Celestina. El año de Cervantes fue una pena, porque quedó eclipsado un autor que me parece que ha sido básico en el siglo XX: Miguel Mihura. Me parece uno de los grandes genios del teatro español, junto con Jardiel. Y sin embargo se quedó escondido entre los fastos en conmemoración de Cervantes. Ese año nosotros hicimos un Mihura.

Benavente 8

Hijo, hermano y marido de los demás actores.

¿Qué es una compañía de repertorio?
Una compañía de repertorio es la que tiene la posibilidad de hacer varios montajes en un momento dado porque los tiene en cartera. Los tienen ya montados. Tienen un repertorio dónde elegir. Se da mucho en teatro y en zarzuela. Nuestra compañía lleva veinticinco producciones en este momento. Eso quiere decir que este año, en este pueblo, estamos haciendo cinco montajes de los veinticinco. El año pasado hicimos aquí otros cinco distintos. Y el año anterior otros cinco. Vamos renovando el repertorio aunque contamos con una serie de obras que son fijas, que van siempre en el repertorio. Si no fuéramos una compañía estable esto sería imposible. Al margen de eso, no es sólo la dificultad que entraña para los actores llevar veinticinco montajes, sino también para los técnicos, para el atrezzo, para el decorado, el vestuario. Ese camión trailer que ves ahí está lleno de vestuario. Lleno. Desde el comienzo del camión hasta el final está macizo de vestuario. Y no se repite ni un solo traje.
¿Pero os desplazáis con todo o únicamente con el vestuario de las cinco obras que representáis aquí?
Con todo. Date cuenta de que nosotros mañana vamos a otro pueblo, y las cinco funciones que montamos allí son distintas. Eso es una compañía de repertorio.
Junto a vosotros no parece que el teatro esté en crisis.
Si, siempre se ha dicho que el teatro está en crisis. Toda la vida. Pero eso de la crisis es mentira. El público va al teatro cuando le interesa la obra. Cuando no le interesa no va.

Al escritor de guiones para series de televisión se le graba enseguida y está bien pagado, y en teatro pasa mucho tiempo hasta que puedas estrenar un texto tuyo, y no te digo nada para que sea un éxito. Es casi imposible. Por eso se están perdiendo muchos escritores que podrían escribir muy buen teatro.

Supongo que ahora el teatro tiene más competencia con el cine y con la televisión.
La televisión y el cine ya llevan mucho tiempo. Yo soy la tercera generación de actores y aquí sigo.
Sí, pero cuando Benavente estrenaba sus obras el público lo sacaba a hombros del teatro. Eso no sucede ahora.
Sí, es verdad. Pero también había otros autores que fracasaban. Y no tenían por qué ser malos. Ahí tienes a Valle Inclán, por ejemplo. Es un autor grandioso y, en cambio, está más reconocido ahora que en su época. Entonces la gente iba más al teatro. Sin embargo ahora hay más gente y al mismo tiempo la cultura está más repartida y más abierta que entonces. Ahora contamos con más gente joven. La gente siempre ha ido al teatro. La crisis del teatro la creamos los propios actores, no el público. El público va a lo que le interesa.

Actriz en escena, parte de la familia.

Actriz en escena, parte de la familia.

¿No sois un gremio un poco quejica? Los actores, sobre todo los de cine, están continuamente en los medios protestando porque no les llegan subvenciones, etc, y, en cambio, nunca se quejan los autores o los directores o los técnicos.
Se quejan y se pelean por las subvenciones que hay para el cine. Porque las hay, y gordas. De todas formas, yo pienso que está bien pedir. Creo que está muy bien que se apoye la cultura y hasta cierto punto es obligado reivindicar. Y los que reivindican son los que están en posiciones más visibles porque pueden hacer más presión. Hasta ahí va bien la cosa. Pero dentro del gremio de actores, los más protegidos son los del cine, y son los que más se quejan. El teatro está mucho más desprotegido. Y al final, los que se llevan las subvenciones son siempre los mismos. Evidentemente la compañía Benavente hace ya muchos años que dejó de ser una compañía que sólo se sostiene con la iniciativa privada. Ahora vamos apoyados y protegidos, pero no por el Ministerio de Cultura, eso es muy difícil. A veces las subvenciones resultan inaccesibles, cuando esta compañía, en cualquier otro país, estaría súper protegida. En Inglaterra, en Italia están muy protegidas. Incluso en Estados Unidos hay compañías de repertorio que son la élite del teatro. En este país, yo no sé lo que pasa, pero decir compañía de repertorio es como decir un grado menos de lo que hacen otros. Y sin embargo lo que hacemos nosotros es lo más difícil que se puede hacer dentro del teatro. Entraña una gran complejidad para los actores. Muchos de renombre se han caído en esta compañía. Cuando se han encontrado con que tienen que hacer un personaje distinto cada día y enfrentarse a públicos distintos y llevar una dinámica tan ágil como la que se lleva aquí, no han podido soportarlo.

Se subvenciona «Torrente, el brazo tonto de la ley», que no digo que no haya que subvencionarlo, pero es que encima se quejan. Y me parece bien que esté protegido ese cine, porque hay un público que quiere verlo. Pero resulta que en cine, eso no es malo. Y en teatro, los monólogos o Muñoz Seca, sí.

Una compañía de repertorio, entonces, forma a un tipo de actor concreto, no vale cualquier actor.
Por supuesto. Hay que ser un todo terreno. Hay que ser actor. Si tocas un palo muy corto, aunque seas muy bueno en ese palo, no puedes defenderte en esta Compañía. Lo nuestro es muy ágil. Los profesionales del teatro, los actores, estamos llenos de prejuicios. En cuanto haces un teatro popular o comedia ligera parece que estás devaluándote, cuando no es así. Yo creo en el trabajo bien hecho. Evidentemente, también creo en el teatro bueno y en el teatro malo. Por supuesto que hay textos buenos y textos malos, como en todo, pero también creo que defender un texto que a veces no es del todo bueno tiene su mérito, incluso muchísimo mérito. Y claro, en el teatro de repertorio hay mucho teatro popular, mucho teatro de comedia. Y a la hora de protegerlo la administración lo mira con lupa. Y, sin embargo, yo creo que a estas compañías hay que mirarlas desde otra óptica. No creo que a esta compañía se la deba subvencionar porque haga “La sopera” o una comedia de Muñoz Seca, sino por la labor que hace. Acercar el teatro a los medios rurales, a poblaciones grandes, medias o pequeñas, ir a los sitios a donde no va casi nadie, eso es lo que realmente hay que proteger. Se protege desde la administración local, se contrata, pero en el Ministerio lleva muchos años demostrar que lo que hacemos está muy bien. Y siempre te dicen que sí, que en cuanto a la puntuación objetiva para acceder a la subvención tenemos la máxima. Claro, por número de producciones, años en activo, etc, lo cumplimos todo. En cada apartado tenemos 10 puntos, el máximo. Pero cuando llega la evaluación subjetiva intervienen otras cosas. Y luego se subvenciona “Torrente, el brazo tonto de la Ley”, que no digo que no haya que subvencionarlo, pero es que encima se quejan. Y me parece bien que esté protegido, porque hay un público que quiere ver eso. Pero resulta que en cine, eso no es malo. Y en teatro, monólogos o Muñoz Seca, sí. En cine conviven Medem con Santiago Segura, y me parece perfecto. Pero en teatro hablas de Muñoz Seca y te llaman facha. Pues mire usted, yo no sé cómo sería ese señor, pero era un tipo bien gracioso y tiene una “Venganza de Don Mendo”, o un “Ana que se divorcia”, que no hay quien se lo mejore. ¿Teatro costumbrista? Póngale Vd. la vitola que quiera. Pero hay que saber hacerlo. Y saber hacerlo bien. La gente paga por verlo. Ojo, yo pienso que el teatro, afortunadamente, no se muere y tiene que evolucionar todos los días. En caso contrario sería de cartón piedra y sería mentira. Por eso mañana damos una función de monólogos que están de moda. Es lo que pretendemos, dar variedad. Pero seguiremos incluyendo teatro costumbrista, porque nos trae a la gente. Y lo que queremos es que aquí, en este pueblo, donde no hay un teatro, cuando haya un festival de teatro como este, que venga la gente. Si el día de mañana hay un espacio escénico, vas a encontrarte con un público acostumbrado a venir al teatro. La base la tendrán ya construida. No obstante, no nos quejamos. Es más, creemos que somos unos afortunados porque disfrutamos con lo que hacemos y conseguimos vivir de esto. Nos parece que es un lujo.

Una escena final, con toda la familia actuando.

Una escena final, con toda la familia actuando.

Es curioso, a pesar de la altura o el renombre de cualquier actor, al final, todos acabáis girando y viviendo como los antiguos cómicos, con la roulotte yendo de una ciudad a otra. Más que una profesión es una manera de vivir.
Sí, es una forma de vida. Una filosofía de vida absolutamente vocacional. No podría hacerse de otro modo. Las veinticuatro horas del día estamos trabajando nada más que para la función de la noche. Se acaba la función de esta noche y ya estamos pensando en la de mañana. Yo creo que ahí radica también nuestro éxito. Esa entrega siempre se refleja de alguna manera.
¿En qué notáis que un actor o actriz joven va a ser bueno?
Se nota mucho. Se nota en el talento, que no se aprende. Una cosa es la técnica, que ahora se aprende en las escuelas, pero el talento no se aprende. Se nota en como pisa, en cómo se mueve, su expresión corporal natural, su vocalización y, sobre todo, de dónde le sale la interpretación. Si le sale de dentro o no. Si engaña y le sale de la cabeza y de los recursos técnicos, o si está empleando ambas cosas, la cabeza y el corazón. Si la interpretación le sale de dentro. Eso es lo que notamos los actores a un buen actor.
Y el público, también.
También lo nota. A lo mejor no sabe por qué o no sabe explicarlo. Mientras te hablaba Luis Miguel yo me he quedado callado porque me estaba dando cuenta de que no sabía explicarlo. A veces no es fácil explicar las cosas. Por eso no todo el mundo puede dirigir. Puedes ser un buen intérprete pero no saber dirigir porque no sabes transmitir lo que tú quieres. Y el público no tiene obligación de saberlo, pero sí sabe que eso le gusta. Funciona un poco como con la pintura. Puedes ir a una exposición y no entender nada, pero sí sabes lo que te gusta y lo que no. Hay muchos espectadores que nos dicen, mire, yo no entiendo, pero a mí me ha encantado lo que ustedes hacen. Ese es uno de los piropos más grandes que te pueden decir.

Nosotros oímos el silencio del público. Parece absurdo, pero es así. Se escucha el silencio. Y sientes cuándo tienes cogido al público y cuándo lo tienes suelto. No tienes que mirarlo. Lo notas en la piel.

¿Incorporáis obras contemporáneas en vuestro repertorio?
Tiramos también de las obras que se escriben hoy, pero intentando siempre que haya sido una obra de éxito. Dejamos que otros estrenen, ese no es nuestro cometido. Una válvula de escape para los textos nuevos están siendo las salas alternativas de Madrid. En diez años se han abierto más de veinte salas. Eso está dando posibilidad a mucha gente joven, la que de verdad sale con ganas de dedicarse a esto, aunque estas salas las pasan canutas para poder poner en pie muchos proyectos. Tenemos también un handicap a la hora de la escritura, y es que con el cine y la televisión, sobre todo con la televisión, con esto de las series, se está perdiendo mucha gente que podría escribir muy buen teatro. En la televisión se te graba enseguida y estás bien pagado, y en teatro pasa mucho tiempo hasta que puedas estrenar un texto tuyo, y no te digo nada para que sea un éxito. Es casi imposible. El escritor lo tiene mucho más fácil escribiendo guiones para la televisión y cobrando una pasta.
En cambio, se están ganando actores.
Sí, eso sí. Claro que muchos son flor de un día. Porque los actores que salen de las escuelas queriendo hacerse famosos en una serie de televisión, y que aspiran exclusivamente a la fama, la verdad, son flor de un día. El que tenga suerte seguirá y el que no se retirará.

En las obras dramáticas, a veces, se te ponen los pelos de punta por el silencio del público en una pausa. Notas que está contigo. Hay en esos momentos un binomio inseparable que constituye la esencia del teatro. Cuando eso se produce, el mismo actor se sobrecoge encima del escenario.

¿Compensan tanta precariedad los aplausos?
Sí. Es la comida del actor. Pero la vida del actor no es tan dura. Eso es un tópico. Ingrata sí, muy ingrata, pero no dura. ¡Conozco tantos actores malogrados! Eso sí es duro. Pero si tienes la posibilidad de desarrollarte y vivir como actor a mí no me parece tan dura. Somos como el resto de los humanos, si nos pinchan nos duele como a todo el mundo. Somos distintos en cuanto que si nos vamos a una gira larga, podemos estar seis meses fuera de casa o más, pero nada más. Y siempre compensa. Abres la ventana de casa o de la caravana a las siete de la mañana y ves la riada de gente que va a trabajar, y dices, jo, qué suerte tengo. Supongo que bastantes de los que veo ir a trabajar serán felices en su trabajo, o quiero creerlo así, pero también sé de mucha gente que no va tan feliz. Es entonces cuando me siento afortunado porque yo cuando voy a trabajar estoy feliz.

Hermanos enfrentados

Hermanos enfrentados solo en el escenario.

¿Actuáis aquí de manera distinta a cuando lo hacéis para cine o televisión?
Esa pregunta cada actor te la podría responder de una manera. Independientemente de la preparación, hay actores que se prestan más al cine y otros que no dejarían el teatro por nada del mundo. Y actores que hacen ambas cosas. Pero para mí, la esencia de todas las artes escénicas está en el teatro. Y lo que te ocurre en el teatro no te ocurre en ningún otro medio. Eso de que cada interpretación sea efímera no lo quiero perder. Si me ofrecen un día hacer Hamlet en televisión, yo lo haría de un tirón en el rodaje y se acabó. Porque quiero hacer un Hamlet cada día y probar nuevas sensaciones, con otro público que se mueva en el asiento o que esté atento, e interpretar con dolor de cabeza, o con una alegría inesperada que convirtiera a Hamlet en un optimista, ¿me entiendes? Eso solo te lo da el teatro. El cine y la televisión no te lo darán en la vida. Pero claro, otros actores tendrán otra manera de verlo. Claro, que te pongan una cámara en la cara también impone, ojo. Mi padre, que también era actor, era carne de teatro y, sin embargo, se hizo muy popular en el cine, hizo cincuenta películas. Ricardo Acero, en los años cuarenta y cincuenta. Y acabó su vida en el teatro. Fue el galán de Juanita Reina, en las películas aquellas de “La Lola se va a los puertos” y otras. Siendo de teatro, entre los cuarenta y los cincuenta y cinco triunfó en el cine. Lo que quiero decir es que cuando un actor es bueno, se mueve como pez en el agua en cualquier medio. Siempre y cuando adquiera la técnica del medio, claro. Porque yo mismo, que soy hombre de teatro, cuando he trabajado en televisión y hago unas sesiones sueltas, te encuentras con un grupo de actores que llevan haciendo “Velvet”, o cualquier otra serie, muchos años. Claro, ellos tienen más técnica en ese medio. Yo prefiero llevarme el personaje a mi casa, dormirlo en mi almohada y hacerlo diferente mañana. En cambio, imagino, por ejemplo, que el trabajo de desarrollo que habrá hecho la bestia de Javier Bardem en su último trabajo será la hostia. Pero se ha tirado meses trabajando ese personaje.

La técnica no falla nunca. La que no sale cuando tú quieres es la magia.

¿Qué os parece Bardem como actor?
A mí me parece una bestia. Es bárbaro, buenísimo. Fíjate, es muy amigo mío, nos conocemos desde que Javier se quería dedicar a esto y no sabía cómo hacerlo, y eso que su madre lleva toda la vida. Recuerdo que yo trabajaba con su madre y Javier, que es algo más joven que yo, quería hacer teatro y no sabía cómo. Trabajaba de técnico, de todo, queriendo meter cabeza. Lo conocí en el año 88, y en el 90 ya había hecho “Jamón, jamón”. Quiero decir, ya era Javier Bardem. Y recuerdo que le llamó Tamayo para hacer “Un tranvía llamado deseo” y no quiso hacerlo. No se atrevió. Es un hombre que ha cogido su sitio en cine muy bien, y a lo mejor acertó a no probar el teatro porque podía no haber triunfado. A lo mejor el día que se encuentre capacitado se enfrenta a un texto de ese tipo, porque seguro que se lo están ofreciendo todos los días. Pero de todas formas, Javier ha llegado a un punto de madurez como actor que hará bien lo que haga. Es espectacular. Ni él mismo sabía lo que llevaba dentro. Tenía muchas inseguridades al principio. Pero ahora es una absoluta bestia como actor. Es un animal. Es asombroso.
Volvamos al público. Se distrae mucho en escenarios abiertos. ¿Captáis su atención de alguna manera especial?
El tipo de público que tenemos cada día se capta enseguida. Por ejemplo, nosotros oímos el silencio del público. Parece absurdo, pero es así. Se escucha el silencio. Y sientes cuando tienes cogido al público y cuando lo tienes suelto. No tienes que mirarlo. Lo notas en la piel. A veces aún sin estar en escena, entre bastidores, ya notas si el público está con la obra o no está. Nada más levantar el telón ya sabes qué público vas a tener. Es una sensación. Es imposible de explicar. Otras veces funciona más el oído que la piel. En esos momento, hasta desde el camerino, donde no ves ni estás con el público, sabes cómo va la obra. En las dramáticas, a veces, se te ponen los pelos de punta por el silencio del público en una pausa. Notas que el público está contigo. Hay en esos momentos un binomio inseparable que constituye la esencia del teatro. Cuando eso se produce, el mismo actor se sobrecoge encima del escenario. Porque el público está haciendo también su interpretación bien.

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¿Cómo es la vida diaria de un actor en gira?
Nos levantamos de la cama y ya tenemos en la cabeza la función de la noche. La función, el decorado, el atrezzo, el ensayo, los técnicos, etc. Y el ratito que tenemos, que es ahora, después de la función, nos sentamos a hablar de la obra del día. Esa pregunta muchas veces nos la hacen los compañeros actores que no están acostumbrados a un repertorio de veinticinco obras. Hay un chip dentro de la cabeza que trabaja de modo inconsciente en la obra del día siguiente.
¿Sirven las habilidades de los actores para la vida, fuera de la ficción?
No sirven para nada. Es un tópico lo que te voy a decir pero es cierto: los más tímidos del mundo somos los actores. Son los que menos ligan, incluso. El galán de una obra no se come una rosca en una discoteca. No obstante, es cierto que para los demás sí tiene un atractivo especial ser actor. Y mira que ya hay actores en España. Pues todavía dices que eres actor y la gente te mira de diferente manera. Y si eres actor en el pueblo donde vienes a trabajar te suelen tratar con mucho agrado, te enseñan la comarca y aprendes, sobre todo, de gastronomía.
Escribía Tom Stoppard en el guión de “Shakespeare enamorado” que hay momentos en el teatro en que los problemas son insolubles y, sin embargo, la función siempre acaba saliendo bien. Que eso es un misterio. ¿Creéis que es cierto?
Yo no creo en los milagros, la verdad. Hay muchos tópicos en el teatro, como ese que dice “a papel sabido no hay cómico malo”, y yo los conozco a cientos, o ese de “no te preocupes, a la una todos en el café”, queriendo decir que pase lo que pase, no pasa nada. No, yo solo creo en el trabajo. Y cuando ese trabajo existe, entonces es verdad que se da el milagro. En los ensayos se trabaja mucho, son duros y a veces parece que son una mera repetición y que no sirven, pero entonces, cuando menos te lo esperas, ¡zas!, aparece la magia. La magia sólo surge del trabajo.
¿No sucede también que a veces la obra sale porque el público no sabe qué es lo que está fallando?
Bueno, eso también. Muy a menudo. Esa es una de las grandezas del teatro, como decía Marsillach: “Por favor, vengan al teatro a ver cómo nos equivocamos los actores”. A veces hasta nos gusta que el espectador se dé cuenta de lo que ha ido mal, es como cuando te da la risa en el escenario. No pasa nada, si el público sabe de qué te estás riendo. Lo malo es cuando te ríes y el público no sabe de qué. Si por ejemplo estamos haciendo “Las cinco advertencias de Satanás”, de Jardiel, y la puerta la abre el viento, el público se hace cómplice y todos disfrutamos. Eso es lo que significa una actuación efímera. El milagro no se produce todos los días. Las obras salen bien porque se emplea la técnica. Los directores insisten mucho en la técnica porque esa es la que no falla. La técnica no falla nunca. La que no sale cuando tú quieres es la magia. Esa chispa no surge todos los días. Surge en el momento más inesperado. A lo mejor estás haciendo una escena con el compañero y una noche esa complicidad que tienes con él o con ella brota de forma distinta y ahí es donde se produce la magia. No quiere decir que ese día salga la comedia y al otro no. La función sale todos los días. Pero ese día es la leche.
¿Alguna curiosidad de vuestros viajes como actores?
Ocurren tantas que ya es habitual. Una vez fui a una función con mi mujer en Madrid. Era “El Tenorio” hecho en tono cómico, cambiando los versos, el actor actuando mal porque así era su personaje (es decir, actuando maravillosamente bien). Nosotros nos estábamos mondando de risa, y unas señoras muy serias que había detrás dijeron de nosotros: “Cómo se nota que no han ido nunca al teatro”. Y claro, nos entraba más risa todavía.
 

Parte de la saga, con quienes mantuvimos la conversación.

Parte de la saga, con quienes mantuvimos la conversación.

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