BIOGRAFÍA
Luis Alberto de Cuenca nació en Madrid el 29 de diciembre de 1950. Está casado desde 2000 y tiene dos hijos: Álvaro (1976) e Inés (1989). Interrumpió los estudios de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid para licenciarse en Filología Clásica en 1973. “Cambié el Derecho por leer a los clásicos en sus lenguas originales durante toda mi vida”. En 1976 obtuvo el grado de Doctor en Filología Clásica. Es un miembro destacado de los poetas de su generación. Cultiva tanto las formas clásicas como modernas, y ha evolucionando hacia fórmulas personales que le han valido el reconocimiento de la crítica literaria. Parte de su obra ha sido traducida al francés, alemán, italiano, inglés y búlgaro. Ha sido Director del Instituto de Filología del C.S.I.C, Director de la Biblioteca Nacional, y Secretario de Estado de Cultura. Colabora en periódicos como articulista, crítico de cine y de literatura. Es traductor de lenguas clásicas y modernas. Por la traducción del anónimo Cantar de Valtario, recibió el Premio Nacional de Traducción en 1989. Escribió letras para la Orquesta Mondragón. Loquillo ha puesto música a sus poemas.
La mujer sin cabeza
Encontré tu cabeza en el lavabo.
No perdí yo la mía. Marqué el cero
noventa y uno. «Policía al habla»,
dijo una voz cansina al otro lado
del teléfono. Dije: «Yo no he sido,
pero hay una cabeza de señora
recién decapitada en mi lavabo.»
«No toque nada. Vamos para allá.»
Colgué. Tenía sólo unos minutos
para hacer lo que debe hacer un hombre
que quiere a una mujer cuya cabeza
ha sido seccionada limpiamente
del resto de su cuerpo de un hachazo:
besar tu boca, que por vez primera
en muchos años no me torturaba
con su insípida charla, darte un breve
pellizco cariñoso en la mejilla,
decirte adiós e ir a pegarme un tiro
antes de que llegaran los maderos.
El desayuno
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
Noche de ronda
En otro tiempo hubieras empleado la noche
en hablarle de libros y de viejas películas.
Pero ya eres mayor. Ahora sabes que a ellas
les aburren los tipos llenos de nombres propios,
que tu bachillerato les tiene sin cuidado.
De modo que le dejas tomar la iniciativa,
desconectas y finges que escuchas sus historias,
que invariablemente -recuerdas de otras veces-
versan sobre el amor, los viajes, la dietética,
su familia, el verano, la buena forma física,
el más allá, las drogas y el arte postmoderno.
De cuando en cuando asientes, recorriendo sus ojos
con los tuyos, rozando levemente sus muslos,
y elevas a los cielos una angustiosa súplica
para que aquella farsa termine cuanto antes.
Pasarán, sin embargo, todavía unas horas
hasta que, ebria y afónica, se abandone en tus brazos
y obtengas la victoria pírrica de su cuerpo,
que, pese a los asertos de tres o cuatro amigos,
será muy poca cosa. Y, cuando esté dormida,
saldrás roto a la calle en busca de una taza
de café gigantesca, maldiciendo las copas
que arruinaron tu hígado en la estúpida noche
y pensando que, al cabo, merece más la pena
no comerse una rosca y hablarles de tus libros,
amargarles la vida con Shakespeare y con Griffith.
O buscarse una sorda para que nada falte.
La malcasada
Me dices que Juan Luis no te comprende,
que sólo piensa en sus computadoras
y que no te hace caso por las noches.
Me dices que tus hijos no te sirven,
que sólo dan problemas, que se aburren
de todo y que estás harta de aguantarlos.
Me dices que tus padres están viejos,
que se han vuelto tacaños y egoístas
y ya no eres su reina como antes.
Me dices que has cumplido los cuarenta
y que no es fácil empezar de nuevo,
que los únicos hombres con que tratas
son colegas de Juan en IBM
y no te gustan los ejecutivos.
Y yo, ¿qué es lo que pinto en esta historia?
¿Qué quieres que haga yo? ¿Que mate a alguien?
¿Que dé un golpe de estado libertario?
Te quise como un loco. No lo niego.
Pero eso fue hace mucho, cuando el mundo
era una reluciente madrugada
que no quisiste compartir conmigo.
La nostalgia es un burdo pasatiempo.
Vuelve a ser la que fuiste. Ve a un gimnasio,
píntate más, alisa tus arrugas
y ponte ropa sexy, no seas tonta,
que a lo mejor Juan Luis vuelve a mimarte,
y tus hijos se van a un campamento,
y tus padres se mueren.
Vaya lengua afilada la de este caballero, me gusta lo claro, expresado con gozo y esmero, a veces rompe el gozo con su prosa un poco tosca, pero como cala , sensillez, lengua y el cielo.. Gracias a Luis Alberto de Cuenca y a vosotros por tan extraordinaria revista, os acabo de descubrir !!