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BIOGRAFÍA

  JUAN EMILIO RÍOS VERA, nacido en 1966, es licenciado en filología hispánica. Preside ateneos, institutos, asociaciones y centros de cultura. Ha publicado numerosos poemarios: El exquisito cadáver de la rosa, El jardín de los suspiros, Las baladas de los días antiguos o La leyenda baladí. También ha colaborado con otros autores en obras experimentales como Retos y pomas y La mirada dual, con Ángel Gómez, La noche de la mandrágora, con Jesús Barony, o The final animals junto con Diego Arjona y César Alfonso Viñas. Ha sido finalista en tres ocasiones al premio nacional de poesía de ciencia ficción y fantasía, más conocido como Premio Ignotus. Pero nada de eso importa. Él se autodefine aquí: http://www.juanemiliorios.com

 

 

 

 

 El glorioso cuerpo de la rosa

 
“Estudiamos el cuerpo de las mutaciones después
de haber reunido las líneas.
¿Por qué no dedicar nuestro espíritu a lo que era antes
que se trazara cualquier línea?”.

Zhu Xi

 

Seré algún día
un olvidado nombre
que ya no tenga
venas ni esfínteres.
Seré entonces
tan complejo
como una brizna de hierba seca,
un círculo cuadrado
o un mutilado tangram
que no tendrá fórmulas
ni caminos,
ni posible abertura en
el hermético maremagnum.
Entonces seré
polvo enamorado,
deshabitado esqueleto,
desierto caserón…
y todos se preguntarán
de qué color tenía el ombligo
o cuál era el secreto nombre
de mi espalda.
Ahora aún soy carne,
hueso descifrable,
asequible calavera
y nadie hay que
quiera estudiar
mi geografía palpable,
mi breve biografía
sin enigmas.

 

 

 

Las ruinas de la palabra

 
I

Y Dios creó la palabra
y el hombre la llevó
a la ruina

II

Y algunos hombres,
exploradores de la belleza,
se conjuraron
para  reconstruir
su maltrecho cuerpo fragmentado.
Ese día nació
un nuevo lenguaje para nombrar
a las cosas sin tener que
modelar su nombre exacto.
Y se llamó  “Poiesis”,
que quiere decir
“concepto”.

 

 

 

Engendros de la ira

 
«Niños ciclanes, de cinco
brazos y con pezuñas
de camella que nacen
en sórdidas alcobas»
.

Dámaso Alonso

 

Avanzan.
Son legión.
Se multiplican sin descanso.
Nacen clandestinamente
en sórdidas alcobas
lejos delos ojos
de los vigilantes
y se derraman
por las calles
infestas de los suburbios
de ciudades hacinadas
donde nadie
se detiene a mirarlos,
donde nadie detecta
su horrible tara,
donde nadie descubre
sus cinco brazos
debajo de sus ropajes,
donde nadie oye
los pasos estridentes
de sus pezuñas de camella,
golpeando la madera
de nuestras casas.
Nadie sabe que son
niños ciclanes,
que con su único testículo huero
siembran la yerma impotencia
en nuestra especie minusválida
ya en su demencia que avanza.
¡Alerta, alerta,
los mutantes están entre nosotros
y nuestros ojos están ciegos
de tanta diferencia!
¡Avanzan, avanzan.
Son ya legión!
Se multiplican sin descanso.
Nace uno cada medio minuto
(según las últimas estadísticas
de los iluminados a los que
ya no escucha nadie).
Nadie. Nadie. Nunca.

 

Extraído del poemario «Engendros de la ira», galardonado con el XIII Premio Aljabibe de poesía, en 2012.

 

 

 

Yo era entonces mi traje

 

«Recuerdo. No recuerdo.
¡Ah, sí! Pasaba un traje
deshabitado, hueco,
cal muerta, entre los árboles.»

Alberti

 

 

Yo era entonces
mi traje
y mis miedos.
Deshabitado de infancia,
muerto de presente,
desnudo de futuro.
Yo no era siquiera
un nombre,
era quizá niebla
entre los árboles.

 

 

 

Mujeres arrasadas por la pasión

 

A MARGA GIL ROËSSET, que se suicidó
por amor a Juan Ramón Jiménez.

«Qué dulce es el amanecer del
último día»

Marga Gil Roësset

 

 

El último sol acude a mis ojos
que titilan trémulos.
La noche ha sido un volcán
que amenazaba hacerse fuego
y se ha quedado en pálida oscuridad.
Nada es capaz de alumbrar
mi cieno, mi pozo negro,
mi de luto mar.

Me parece, amor, que tendré
que morirme triste,
sin beso que atempere
el calor de mis labios,
sin beso que acaricie
mi desnudez,
sin beso que ponga
miel en mi boca arrasada por
la tierra negra y la arena.

No hay techo alguno
que cubra mi intemperie,
suelo alguno
que acoja a mis pies.

No tengo más remedio
que morirme,
que matar mis rodillas,
que ajusticiar mis ansias
de amarte sin las bridas
que impone la razón.

No te apiades, Juan Ramón,
cuando veas mi cuerpo roto,
mi asesinada sangre
que todo lo cubrirá con
su escándalo mudo,
mi quebrada voz
y mi ala en tierra.

He roto todas mis obras
menos las palabras
que te dejo póstumas
en tus manos frías
de poeta en su exilio.
Ésas no he podido romperlas.
No se dejaban fracturar,
no permitían que las
redujera a cenizas
ni a fonemas inconexos,
por eso te las llevo,
como si fuera la cabeza
de Holofernes en bandeja
de plata.
A ti que eres el dios
supremo de las palabras,
porque tú más que nadie
sabrás entenderlas,
sabrás qué hacer con ellas,
en su mortaja de papel
y lágrimas.

Según tú mismo
yo era misteriosa…
morbosa…
sensiblera…
y ahora todo mi misterio
habita en mi cuerpo muerto,
todo mi morbo
se refugia en mi dormida
mente para siempre,
todos mis sentimientos
han acabado en las alcantarillas
y los muladares.

Adiós, Juan Ramón,
he cruzado al país de la muerte
porque allí no podrás
negarte que te ame.

Y ahora tú,
haz con mi nombre,
con mi voz,
con mis palabras
lo que quieras.

Tuya siempre Marga.

 

 

2. A MARGARITA FERRERAS, poeta olvidada del 27

 

Como un pez en la tierra
sentías tus pies
en medio del caos
y el bullicio de
unas gentes que iban
a contrapelo.
Tú no eras la loca,
lo eran ellos
que seguían todos
una mentira,
una falsa pista,
un bulo infundado.

Tú, en cambio,
Te guiabas por la luz
cegadora que traspasaba
los espejos
y desembocaba precisa
en los sueños imposibles
y en las utopías.

Tú, poeta olvidada,
voz inundada de cieno,
queja silenciada,
te abres paso
a través del tiempo
y la distancia,
para gritar
que tus poemas
componen la huella
de tu paso por la vida
y que no fueron mentira
ni tus dolores ni tus besos.

Yo seré testaferro de tu nombre,
albacea de tus palabras.

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