Luis Alberto De Cuenca

«Casi todas las manifestaciones artísticas que merecen la pena tienen un componente infantil»

 

Sin duda, Luis Alberto De Cuenca podría haber sido uno de los personajes nocturnos y libertinos de «La Gran Belleza», o un dandi inglés de principios del siglo XX, con esa elegancia displicente y un tanto escéptica de quien está por encima y por debajo de las cosas, que él pasea. Pero a Luis Alberto le rebosa lo español por los bolsillos.

 
Es campechano, cercano, coloquial y bromista. Cuando hablas con él rezuma amabilidad, interés por ti, buena disposición, nunca llegas a dudar si estás o no ante el sesgo que toda buena educación tiene de fingimiento. Su mirada sobre el mundo no es la mirada del intelectual, la mirada de la cabeza, sino la de quien tiene los ojos bien puestos en sus cuencas. Con una envidiable sencillez funde en sus artículos y poemas su erudición con la cotidianidad y los pequeños detalles de la vida.

Para aquellos que no lo sepan habrá que decir, que Luis Alberto De Cuenca dirigió la política cultural española durante ocho años: fue Secretario de Estado de Cultura. Y mientras tanto, participaba en los coloquios del programa de televisión de Garci «Qué grande es el cine«, y en los del programa de Dragó «Negro sobre Blanco«, y en los de varios programas de radio, y continuaba publicando sus artículos críticos sobre cine y literatura, y continuaba leyendo, y continuaba escribiendo poesía. Y suponemos que continuaba también amando. El 29 de Septiembre de 2015 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura, en su especialidad de poesía, por su poemario «Cuaderno de vacaciones». Es filólogo, traductor, crítico y poeta. Escribió canciones para La Orquesta Mondragón y recientemente Loquillo, con quien comparte amistad, ha puesto música a sus poemas.

Poemas que son hachazos de cristal, porque diseccionan la realidad con una fiereza inusitada. Son transparentes, delicados, ácidos y sorprendentes. Luis Alberto extrae de su chistera algunos de los poemas más lúcidos e inesperados que hemos leído en los últimos años. Atrapa instantes cotidianos, en los que nos reconocemos todos, con un humor y una crueldad insólita. Suelen ser poemas breves, narrativos, casi microrrelatos o noticias de periódico. Pero son poemas. Su técnica aérea y ligera es extraordinaria. Nada es abstracto en su escritura, es muy fácil de leer, lo cual ya sabemos que es dificilísimo de escribir. Cada poema acaba con un estrambote moral y a veces escéptico que él no ha escrito, que se aloja en la cabeza del lector y ejerce su invisible tarea de cirujano. Como muestra, remitimos al lector a nuestra sección de poesía, donde publicamos cuatro seleccionados al azar.

A lo mejor esta entradilla para la entrevista con Luis Alberto no habría que haberla compuesto frente al ordenador, sino sentado en la terraza del bar en plena calle, con una caña sobre la mesa, mirando cómo vienen y van los paseantes y detenidos de pronto en seco, anotando, como nace en él su poesía, y hubiéramos esculpido este taco de madera que es todo artículo de modo más sencillo, más humorístico y a lo mejor más cruel, como son sus poemas. Quién lo sabe.

 

Hablemos un momento del extinto programa de Garci “Qué grande es el cine”. ¿Era necesario ser tan rotundos, tan académicos, tan serios, para contar lo bien que se tira el indio del caballo?
(Risas) Tienes razón. A todos los seres humanos nos interesan las mismas cosas, y son cosas muy elementales. Escudriñábamos las películas desde todos los puntos de vista posibles, pero también teníamos una visión ingenua de la película, porque lo que a veces se olvida por parte de presuntos intelectuales es que esa visión ingenua forma parte de un asedio filosófico, reflexivo y conceptual a la creación artística. El asedio crítico a un hecho fílmico incluye también que se caiga bien el indio.

La mirada seria del niño.
Las apariencias engañan. Somos niños que hemos evolucionado un poquito y que hemos leído algo más, pero esa curiosidad que preside la actividad del niño cuando descubre la cultura no debemos perderla nunca. Cuando la perdamos estaremos ya al otro lado del espejo y metiditos en un ataúd. Si te fijas, casi todas las manifestaciones artísticas que merecen la pena tienen un componente infantil. Homero, Shakespeare, Dante, Petrarca no son exclusivamente para adultos. Otra cosa es que los niños no estén formados para acudir a los grandes clásicos, pero sospecho que siempre hay un componente para todos los públicos en la gran cultura universal.

Es curioso cómo el cine tiende cada vez más a reproducir sensorialmente la realidad, dentro de nada podremos oler las películas. Si seguimos así, el futuro del cine es acabar siendo holograma, teatro, que es el arte más antiguo.
La realidad que se nos vende en el cine a veces es sólo aparente, son sólo efectos especiales. Si te fijas, el cine actual descuida el guión. Creo que se ha perdido en hondura, en profundidad, en capacidad de estructurar un guión. Lo que se intenta es epatar al espectador, sorprenderlo, algo así como una actuación circense. Qué difícil es encontrar en una película norteamericana de los años treinta o cuarenta un guión malo. Sin embargo, ahora, qué difícil es encontrar un buen guión. En una película lo que se cuenta es fundamental, y parece que es secundario ahora. Insisto en que de un buen guión es de donde sale una buena película.

¿Interviniste en la confección del guión de Alatriste
No. Tuve la suerte de que Arturo Pérez Reverte me pasara el guión de Tano Díaz Yanes justo cuando lo confeccionó, y después almorzamos juntos con el productor. Está hecho con muchísimo amor, con muchísima entrega al personaje y a su saga, y por tanto también a la España de ese momento, porque en el fondo Alatriste es un trasunto de la historia de España de 1620 a 1640. Alguna vez le he comentado a Arturo y a Tano que otra de las posibilidades, y que quizás a mí me hubiera convencido más, hubiera sido filmar una sola novela, la primera, en la que Buckingham y su acompañante vienen a Madrid, y después podríamos haber tenido la suerte de ir filmando novela tras novela. Ellos eligieron la otra opción, cubrir todo el ámbito geográfico del personaje. La película cuenta muchas cosas en dos horas cuarenta, que es mucho tiempo, pero que a la larga no es tanto si hay que contar tantas cosas. Pero me parece que el resultado fue satisfactorio. A mí me gustó mucho. La vi el día del estreno, y lo pasé muy bien.

Cambié el Derecho por leer a los clásicos en sus lenguas originales durante toda mi vida.

¿Tiene la novela algún futuro?
Si, yo creo que toda la literatura tiene el futuro que tenga la humanidad. Mientras exista el ser humano sobre la tierra habrá literatura, habrá pintura. Estas cosas de las vanguardias, que la pintura ha muerto y todo eso, me parecen unas chorradas gigantescas.

Quien dice que la novela ha muerto no dice que no tenga éxito o no sea de calidad, sino que como género ya ha probado todos los puntos de vista posibles, todas las técnicas narrativas. ¿Qué evolución le queda como género? ¿Repetir?
Bueno, yo soy un convencido del clasicismo. Hay dos posturas en creación artística y en creación literaria; las posturas más o menos románticas, rebeldes, que quieren inaugurar cosas, que quieren hacer que el mundo nazca de nuevo, y los clásicos, que piensan que todo se repite, de una manera diferente, con una envoltura distinta, pero que estamos condenados a decir las mismas cosas. Con que Arturo Pérez Reverte, en la saga del capitán Alatriste, repita una serie de elementos que ya estaban en el folletín francés del siglo XIX, y al mismo tiempo su punto de vista de hombre que escribe en la segunda mitad del siglo XX y en la primera mitad del siglo XXI sea diferente, ya es suficiente para que se modifique el mensaje. Yo creo que no hay el menor problema. Esto, a los renacentistas no les preocupaba lo más mínimo, y yo me siento renacentista, en absoluto alguien perteneciente al mundo de la vanguardia, que lo único que quiere instaurar son nuevas cronologías y decir: año cero a partir de que Tàpies pintó tal cuadro. Mire usted, lo que no es tradición, es plagio.

En tus artículos críticos hablas mucho de tus amigos.
Siempre. No puedo concebir nada en mi vida sin hablar de mis seres queridos, de mi entorno. Me abriga. Cuando hace frío siento la necesidad de rodearme de mi gente, y la verdad es que, aunque haga calor en la calle, siempre hace frío en el corazón y en los recovecos del alma, y necesito manifestar el amor que experimento por las personas a las que admiro, a las que quiero, por las que tengo predilección. A mí me es imposible hacer una crítica geométrica, cuadriculada. Siempre tengo que acudir a la anécdota y, por lo general, si me sigues en mis artículos, que veo que sí, te habrás fijado en que casi nunca hablo mal de lo que escribo. Sobre lo que no me gusta prefiero no escribir.

¿Está viviendo España una edad de plata de la poesía?
Sí. Sin la menor duda. Absolutamente sí. Se ha producido un repunte general en todo el país. Andalucía es una de las partes de España que más gloria está dando a la poesía. Como he publicado en Andalucía muchas primeras ediciones me doy cuenta hasta qué punto pesa allí la poesía. Estamos viviendo una auténtica edad de plata, sin duda. Hay poetas extraordinarios en España.

 

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Si estás aburrido y no tienes nada que hacer, no te pongas a escribir un poema. El poema es obligatorio. Necesitas escribirlo, él solicita ser escrito por ti.

En pintura, en narrativa, la edad del creador es un factor que mejora la obra. La música y la poesía parecen un fulgor de juventud.
Es verdad. Puede haber un poeta que necesite años de aprendizaje, que escriba su mejor libro a los sesenta años, pero no es lo habitual. También puede haber un poeta que a los veinticinco años ya haya dado de sí todo lo que tenía que dar. Es muy curioso. En cambio, de la novela se dice que es un género de madurez. Pero hay excepciones. Juan Manuel De Prada fue capaz de sacarse de la manga ese prodigio que es Las máscaras del héroe a los veinticuatro.

¿A qué piensas que se debe?
Pues mira, yo creo que mientras que la novela exige un trabajo más continuado, más cotidiano, en la poesía, en la música, un chispazo, un momento de inspiración te puede dictar un poema memorable. Decía Borges, que sale mucho en esta conversación, que ojalá que en toda su obra poética pudiera haber cuatro o cinco versos memorables. Con eso él ya estaba contento.

¿Cómo se escribe un poema?
Necesitando escribirlo. Si no tienes la absoluta necesidad de escribirlo, no lo escribas. Hoy no tengo nada que hacer, voy a escribir un poema. No. El poema es obligatorio. El poema solicita ser escrito por ti. ¿Y eso cómo ocurre? Pues nos ocurre a los que tenemos la maldición de haber nacido con una determinada manera de ver el mundo, que es la mirada poética. Una mirada ejercida no necesariamente sobre las cosas hermosas o bellas. Una lectura, la entrada de tu coche en un parking subterráneo, la contemplación de un crepúsculo, todo es susceptible de ser considerado desde un punto de vista poético. También el horror más absoluto. Todo ser humano es susceptible de ejercer esa mirada poética sobre el mundo. Lo que ocurre es que el poeta la ejerce siempre.

La poesía es muy dura, es el género más directo.
Es el más descarnado. Es muy difícil que el poeta, por más veladuras que ponga sobre su escritura, no se muestre a sí mismo. A nuestro psicólogo o psicoanalista, quienes lo tengamos, siempre podríamos decirle, mira, aquí está mi obra poética, no me hagas más preguntas. Aquí está todo lo sublime y lo espantoso que soy yo.

El arte contemporáneo se ha separado de la belleza, de la belleza clásica. Eso no ocurre todavía en poesía.
En los países anglosajones quizás, en España todavía no. En Alemania, por ejemplo, está prohibida la rima porque parece que es un regreso al nacionalsocialismo, lo cual es una chorrada y se les pasará. De hecho, ya hay poetas en Alemania que están volviendo a ella. En España una gran parte de la generación del veintisiete fue vanguardista pero, si te fijas, al contrario que los surrealistas franceses, eran vanguardistas clásicos, con unos moldes más clásicos. Mi generación ha seguido en esa tradición. Y es muy curioso porque la poesía escrita en español, de España, es muy distinta de la Hispanoamericana. Es menos métrica, menos clásica en cierto modo.

Más seca.
Y más vanguardista. ¿Por qué ocurre esto en poesía y solo en España? Pues porque ha habido voces muy importantes, y está habiendo voces en distintas generaciones que son de muy buenos poetas y que escriben en endecasílabos, en heptasílabos, en alejandrinos. Y claro, los jóvenes tienen estos modelos.

La gestión cultural desde la política, o fuera de ella, no tiene nada que ver con la cultura.

¿Qué jóvenes poetas recomendarías a los lectores?
Pues mira, un poeta granadino, estupendo, que suele estar en la lista de los más vendidos y que se llama Luis Muñoz. Claro que ya tiene sus cuarenta años. Los jóvenes ya van teniendo sus años. Otro poeta que a mí me gusta mucho es Roger Wolf, que es un inglés que se vino a vivir a España a los cuatro años, que escribe en castellano. Los poetas de Valencia son muy buenos, Carlos Marzal, Vicente Gallego, Antonio Cabrera. En Andalucía hay un montón. Felipe Benítez Reyes es un poeta estupendo. Juan Bonilla también. Es un narrador, pero también un estupendo poeta. En Córdoba están Elena Medel y Pablo García Casado. Hay muchísimos. Soy de esas personas que prefiere citar a sus contemporáneos en lugar de omitirlos. Me gusta que a la gente le guste esos poetas y que triunfen. Porque en el fondo cuando triunfa un poeta triunfamos todos, porque son tu cuadrilla, es tu manera de ver el mundo.

¿Es un poeta un ser diferente al resto?
No, para nada. Es un ser igual que los demás. Eulogio Florentino Sanz, un poeta hoy muy olvidado, y la verdad que ilegible, del siglo XIX, cuando un mecenas que tenía le llevaba a merendar a su casa y le preguntaba que para qué sirve un poeta, le contestaba, sin cortarse un pelo, que para lo que los demás hombres y, además, para hacer versos. Pues eso es. Un poeta es una persona normal que compone versos.

¿Hay que creer en algo para escribir poesía?
No. Se puede ser un creyente, un crédulo absoluto o un descreído total. La creencia y la creación no tienen nada que ver. Puedes ser budista, musulmán, ateo, agnóstico, lo que te dé la gana, y además, poeta. No hay ninguna contraindicación. Se puede ser político y poeta. Sumo Pontífice y poeta.

Guerrero y poeta.
Y guerrero y poeta, hay antologías así de gordas sobre las armas y las letras en la poesía castellana. Para mí la poesía con mayúsculas no es la lírica sino la poesía épica, la que cuenta hechos más o menos de armas pero en los que se reflejan admirablemente los sentimientos del amor, la amistad, la fidelidad, la lealtad, también la traición, también el mal, todos los sentimientos llevados a un nivel excelso. La lectura de los grandes poemas líricos no ha superado la sensación que he tenido al leer a Homero, al leer Los Nibelungos, al leer La Eneida.

Recomienda a los lectores que quieran probarte como poeta un libro tuyo.
Pues mira, cualquiera de los últimos, siempre se quiere un poquito más a los últimos. La vida en llamas, por ejemplo, ganó el premio Melilla y está publicado en Visor. Es un libro que tiene todos mis tics, todo mi mundo y es mi libro más grueso, tiene sesenta poemas. Nunca había escrito un libro tan voluminoso. Mis libros son más bien de treinta o treinta y cinco poemas.

Luis Alberto, muchas gracias.
Gracias a ti. A vosotros. Una entrevista deliciosa. Suerte con La Torre.

 

Luis Alberto De Cuenca

Luis Alberto De Cuenca, muchos hombres, pero poeta.

 

 

Eduardo Fdez-Martos Machado
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