Actriz y ocasional productora, y a veces adaptadora de textos teatrales, Luisa Martín se mueve por el escenario como el domador de un circo. En solo una tarde puede traer bajo el brazo el texto que ella misma ha adaptado, ensayarlo con los otros actores, solucionar un imprevisto en la producción de la obra, maquillarse y salir a escena a enfrentarse a la fiera del público y de su propio personaje. En su fuerza de carácter y en su experiencia se asientan las producciones de las que forma parte. Inauguramos con ella nuestra sección de teatro en La Torre.
Luisa, te hemos visto resolver problemas de producción mientras te maquillas. ¿No te aleja esto del personaje que vas a interpretar en escena?
No me queda más remedio que no desconcentrarme. A mí ya me gustaría que no sucediera nunca y que no tuviera que resolver problemas, pero cuando una opta por el riesgo de la producción, ya sabe el tipo de cosas que conlleva. Suceden imprevistos y hay que solucionarlos, y en muchos momentos la persona que tiene que solucionarlos soy yo.
También adaptas textos de obras en las que actúas.
Cuando intervienes en la adaptación del texto conoces muy bien la obra por dentro. Has pasado muchas horas desentrañando el significado de cada palabra y de cada pausa que hace tu personaje. Es una ventaja a la hora de actuar porque así los personajes siempre salen ganando. A lo largo de las sucesivas representaciones vas ganando en posturas, en movilidad, en intensidad, pero tu columna vertebral es siempre el texto.
El público alejado del teatro te conoce por tus trabajos en televisión y en cine. ¿Cómo les explicarías la diferencia entre actuar frente a una cámara y actuar frente al público?
Bueno, la televisión es un medio mucho más inmediato. En televisión tienes que tener el dibujo del personaje con lápiz grueso. Si está bien definido, escena tras escena el público lo va captando y tú lo vas haciendo día a día, va penetrando al público, hoy le das un dato y mañana le das otro, usas la trama para mostrar cómo se comporta el personaje en determinadas circunstancias. En el teatro no. En el teatro el personaje lo tienes que preparar de una manera global. Tienes que saber muy bien desde el comienzo cómo es ese personaje. Qué es lo que tiene, qué es lo que le pasa, qué es lo que no le pasa, qué es lo que ha hecho, qué es lo que no ha hecho, etc. En cambio, sí tienes la inmediatez de la respuesta del público. Es casi a la inversa.
¿Y en cine? Ahí el personaje también está acabado y cerrado.
Si, en cine el personaje ya está acabado y cerrado, pero el actor en cine es menos dueño de su personaje. Tú te lo trabajas, lo estudias, lo preparas, el carácter, todo, pero luego depende mucho del montaje. A todos nos gusta rodar muchas escenas, y claro, eso a veces es un peligro, porque se divide mucho la información y luego en montaje a lo mejor te quedan cuatro escenas porque el metraje ha salido largo. Y eso es complicado porque si estás dando datos importantes del personaje en una escena que por metraje no resulta incluida, tu personaje se puede quedar cojo. Esto ha sucedido muchas veces. Pero el cine es muy bonito y apasionante, es un medio rápido, efímero para el actor, porque estás un mes o dos meses trabajando en una cosa y luego cambias de medio o de obra y se terminó.
También es una actuación más recortada, una actuación de segundos para dar el plano. En el teatro eres el personaje durante una hora seguida.
¿Una hora? Ja, ja. ¡Dos! Pero el cine tiene eso que es tan apasionante de vivir con un equipo numeroso durante un mes o dos. Luego hay compañeros a los que no vuelves a ver.
¿Impone más la cámara o el público? O teniendo tablas ya no impone nada, sólo respeto.
No, no. La palabra imponer es la palabra justa. Impone el público, impone la cámara, impone el juicio a posteriori. A mí, desde luego, lo que más me impone es el público. Y sobre todo el respeto por el público. Porque todo el mundo tiene derecho a ver una buena representación tuya. Muchas veces, cuando una lleva cientos de representaciones de la misma función, se relaja, pero no se lo debe una permitir. En una ciudad de provincias, en un pueblo, el público tiene el mismo derecho a ver mi tensión, mi entrega y mi pasión que el público del segundo día en Madrid. Además, es la única vez que lo van a ver. Y tienen mucho mérito, porque muchas veces en las ciudades pequeñas sólo tienen la oportunidad ese día, y hay veces en que cambian sus planes por ir a verte, cosa que en Barcelona o en Madrid no harían. En provincias a veces solo representamos un día, y el teatro se llena. Y el público lo agradece muchísimo. Muchas veces las obras que salen de gira son obras menores o con un reparto menor o solamente comedia, pero cuando giramos con una obra seria, de calado hondo y que en una ciudad pequeña no ven a menudo, sabemos que no va a defraudar. Y nos esforzamos para que así sea.
El teatro es un medio complicado y difícil, apasionante, pero al que necesariamente has de amar, porque te absorbe muchísimo tiempo, sobre todo tiempo mental. Es como tener un hijo con problemas.
Los actores tenéis la suerte de poder representar teatro contemporáneo, obras contemporáneas, de nuestra época, algo que no tienen a menudo, por ejemplo, las compañías de ópera o de danza, que se ven obligadas a representar continuamente obras del siglo XIX porque es lo que se demanda.
Sí. Además está habiendo un resurgimiento. Últimamente en Madrid se están representando muchas obras, algo que es una cuestión de presupuesto también. Hemos atravesado un desierto de textos, porque se ha escrito poco, y porque lo poco que se ha escrito no se ha escrito bien. Hemos atravesado un momento en el que parecía que el público lo que quería era una obra ligera y visual, y se ha vendido al público una imagen del teatro que no es la real. Pero últimamente se están corriendo riesgos, hay muchos actores que estamos arriesgándonos a producir y todo esto está dinamizando mucho el teatro. Además se están haciendo muchas funciones de dos personajes que siempre es más barato y, sobre todo, crea menos complicación desde el punto de vista de la producción. Está habiendo un movimiento más interno en el teatro que externo, pero se está dinamizando mucho, sí. Hemos sido los actores los que hemos reaccionado y los que estamos cogiendo un poco la batuta de por dónde tiene que ir esto.
¿Cuando los actores de cine o televisión, los más populares, reclaman más dinero y más ayuda a su industria, vosotros, los de teatro, os sentís representados por ellos o existe alguna especie de rivalidad?
No, rivalidad no hay, lo que ocurre es que la gente que mayoritariamente es de cine no entiende lo que es el teatro. El teatro es un medio muy complicado y difícil, absolutamente apasionante pero al que necesariamente tienes que amar. El teatro no es como tener un hijo sano; es como tener un hijo con dificultades. Es un hijo al que tienes que cuidar, mimar y que te absorbe muchísimo tiempo, sobre todo tiempo mental, porque tienes que dedicarle mucha energía. En el momento en el que empiezas una gira te tienes que despedir de los amigos, de la familia, porque trabajas no solo cinco días a la semana sino también los fines de semana, que es cuando todo el mundo se ve y hace familia, y tú estás fuera. Yo, a veces, a partir del día 30 de Agosto, he desaparecido de mi casa y no he vuelto hasta las navidades, salvo días escogidos. Es un medio muy duro. Es muy bonito, pero luego, a la hora de hacerlo, es cuando uno valora lo que tiene fuera. Y yo creo que eso lo aprecia más el público que mucha gente que rodea al teatro. Y sobre todo en ciudades pequeñas o en municipios donde no llega demasiada oferta cultural. En esos sitios, cuando reciben una función de teatro, y te dejas la piel, lo agradecen. Lo notan y lo agradecen. Porque ellos saben lo que cuesta que les llegue algo, de la misma manera que nosotros sabemos lo que nos cuesta venir. Y hay una especie de retroalimentación, hay una especie de sentimiento recíproco que es muy bonito. Por eso a mí me encanta hacer giras. Hay actores que hacen Madrid, hacen Barcelona, y luego lo dejan. A mí me encanta ir de gira. Eso me lo paga todo. Absolutamente.
Al salir a escena, en el primer minuto ya te das cuenta de qué público tienes. Y a partir de ahí el personaje se comporta de una manera o de otra
¿Te tienta escribir teatro? ¿o dirigirlo?
Dirigir es otra cosa, con el tiempo yo estoy segura de que terminaré dirigiendo. Me gusta mucho la dirección y en alguna ocasión he dirigido, pero a nivel pequeño. Todavía no me he atrevido a dirigir un espectáculo en serio. Pero sí he hecho muchas ayudantías de dirección, me ha tocado dirigir en momentos, he dirigido grupos de teatro, etc. La dirección me gusta porque me apasionan los actores. No sé si podría concebir una puesta en escena, pero lo que sí se es que podría dirigir actores, porque adoro a los actores y sé que puedo dirigirlos.
Y de escribir nada.
De escribir nada. De momento, escribir me suena lejísimos. Escribir siempre he escrito, cuentos cortos, relatos, cosas así, pero escribir teatro no. Es muy difícil.
¿Tiene que ser un actor lector de teatro?
Un actor tiene necesariamente que ser un lector de teatro. Es un componente necesario para un actor. Sobre todo porque el teatro es muy difícil de leer, no es agradable de leer.
Hay a quien le encanta.
Hay a quien le encanta, pero eso es como el amoniaco. A mí es que me gusta. Leer teatro tiene que gustarte, no es narrativa. Y el actor tiene que acostumbrarse. Yo, desde luego, necesariamente. Claro que yo he estado en la Escuela de Arte Dramático, en la escuela de Teatro Clásico, he estado en laboratorios, aquí y allá, he estudiado muchísimo, me he pasado media vida estudiando. Allí donde vas te dicen: léete esto, esto y esto. Y claro, te tienes que leer cincuenta obras de teatro a lo largo del curso.
Es decir, ayuda a la formación de un actor ser lector.
Desde luego.
Si te dieran una obra a elegir, con independencia de costos, etc., ¿Qué obra o personaje elegirías para representar?
Pues no lo sé. Durante años, cuando era pequeña, porque ingresé en la escuela con diecisiete años, leí a Strindberg y me conmocionó. Siempre he querido hacer uno de sus personajes. Pero luego lo he releído y creo que no ha aguantado bien el tiempo. No sé si iría bien. Tiene personajes interesantísimos, pero no sé si alguna de sus obras han aguantado bien el paso del tiempo.
No solo a Strindberg le ha sucedido.
Sí. Le ha pasado menos a Ibsen, pero también lo sufre.
Cuando tienes el personaje interiorizado, ¿qué se ensaya siempre en los momentos previos a la función? ¿La longitud del escenario, la acústica, las luces?
Sí. Todo eso. Son ensayos técnicos. Pero en cada ensayo descubres tantas cosas de tus personajes…, tantas…, que acabas encantada. Cansada, porque a lo mejor te quedas sin vacaciones, pero es apasionante. Y, además, el público te matiza la función. El público tiene la capacidad de matizar una función. Cada escenario tiene la capacidad también de matizarte una función, y si cambias de compañero por la razón que sea en el transcurso de una gira, pues ya ni te digo.
El público está en las butacas, no en el escenario.
En absoluto. También están en el escenario. Al salir a escena, en el primer minuto ya te das cuenta de qué tipo de público es. Y a partir de ahí, el personaje se comporta de una manera o de otra. Siempre sin perder el personaje y sin improvisaciones textuales, claro.
Ahora que las pantallas y lo visual han entrado en las representaciones, ¿tú ves al teatro fundiéndose con algún otro tipo de arte? ¿Como el cine con la fotografía y la música, por ejemplo?
El teatro es un hecho vivo y se puede fundir con cualquier tipo de arte. Es permeable a cualquier influencia. Lo mismo puede admitir pintura en directo que danza, cine, escultura, lo que quieras. Pero para gustarle al público no hace falta mucho. Hace falta hacerlo de verdad y bien. Quiero decir que cuando sientes desde la dirección la necesidad de agregar algo, a mí me parece fenomenal, pero el teatro no tiene que competir con los musicales. Eso hay que tenerlo claro. Los musicales son los musicales, el cine es el cine y la televisión es la televisión. El teatro no tiene que competir. Una función gusta porque conmueve al público, aunque no tenga más que una o dos actrices encima del escenario, y texto.
Puro teatro de texto.
Puro texto. Si es bueno, da igual. El público identifica siempre el conflicto que se vive encima del escenario.
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