Cecilia González Gerardi

Cecilia González Gerardi

 

DATOS BIOGRÁFICOS

Cecilia González Gerardi es poeta y nació en Buenos Aires, Argentina.
Es estudiante de Letras en la UBA, especializada en el área de Literatura Latinoamericana y Argentina, y se desempeña como docente en escuelas medias.
Publicó artículos críticos en la revistadigital www.metaliteratura.com.ar, dirigida por Roberto Ferro, y poemas en distintos blogs. Es también colaboradora y correctora de la revista cultural Divino tesoro: la voz joven.
En 2014 publicó Espacio. Postales de mí, su primer libro de poesía, al que pertenecen los presentes poemas.

 

 

El mundo es atrás,
el partir
y encerrarse
tras la visión colgada
de la mente desnuda.
En el ígneo signo de la marca en la frente,
que supura, sin cansarse,
la verdad de la historia.

 

 

Kein Engel (¹)

El umbral,
en la tinta gastada del cuerpo.

Tanto despojo,
el haber nacido para tal tarea.

 

(¹) Kein Engel: del alemán, «ningún ángel»

 

 

La vida se juega entre andenes y arcoíris.
Nunca el cielo se vio tan gris como este atardecer,
reflejando el sol sobre los rieles de acero.

El trepitar que avanza sin mudar condiciones.
Y la espera de esa flor que crece entre pantanos.

Inservible prédica de silencios enmohecidos,
de lenguajes incomprensibles.

Ese oído,

el que espera,

desierto de voces,

ya no cree en la invención de un nombre.

Sólo se deja
traspasar de mariposas
que se transforman en cuervos.

Y el clamor
que se oye en consecuencia:

Sal

del dintel de mi puerta.

 

 

Espacio

Encajaste piedra contra piedra,
y cubriste los huecos con esa pasta que sale de tu alma,
y que sólo a fuerza de requiebres has logrado producir.

Montaste la acción
sobre el recubrimiento que te oculta,
y caminaste con guiones,
y anticipaste el paso en falso.

Diste vueltas, cual trompo, girando sobre tus sueños,
arremolinando el aire
que te convirtió en tornado.

Y asolaste la ausencia
en la trasnoche del cuerpo.
Y erraste por vagabundas
calles de azulejos.

Roto el azar,
banalizaste el día,
y la casa fue tu noche,
y el hogar fue tu silencio.

Oscuro el mundo,
iluminaste los ojos,
y avanzaste hasta dónde con pies de geisha.

Corrupta la forma,
te embebiste de azules,
y atrofiaste el gesto en el movimiento de la mano.
Mas anduviste tanto en compañía de extraños
que de sombras te cubriste,

y nublaste de turbios obstáculos
tu mirada cristalina.

Legitimaste el espacio de la negrura
que se apoderaba de tu infierno,

que, al menos, era propio,

y desvalijaste las sensaciones,
que dejaste de marcar con cruces.

Y resbalaste breves perfecciones,
como plastificada de la vida.

Ahora la media luna de tu boca
instalas en la tierra del desarraigo.

Aprendiste a mirarte en el espejo invertido
que no devuelve sino huesos,
y a descansar

con los ojos abiertos

sobre un pedazo de tierra seca.

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