Juan Manuel De Prada

Juan Manuel De Prada

«Nunca me he tomado en serio mis libros, pero me tomo muy en serio mis opiniones»
G.K. Chesterton


En el año 452 Atila tuvo Roma a su merced. Había arrasado Oriente y comenzaba a conquistar Occidente. Entrando victorioso por el norte de Italia marchaba hacia a la gran ciudad, indefensa y derruida, sin que hubiera un ejército capaz de contenerle. Roma temblaba. De improviso, el Papa León I montó en su caballo, abandonó la ciudad y cabalgó hacia el campamento de Atila. Se vieron cerca de Mantua. Pasaron la noche juntos, conversando en la tienda del conquistador. A la mañana siguiente, Atila reunió su ejército y abandonó Italia. Jamás se supo qué pudieron haber hablado, todavía hoy es uno de los grandes enigmas de la historia. Juan Manuel De Prada es el dramaturgo perfecto para escribir esa conversación nocturna. Pero todavía no ha escrito teatro.



Entrevistar a Juan Manuel de Prada es una actividad peligrosa. El lenguaje es una parte intrínseca de su personalidad, de su mente, le resulta tan natural verbosear como a un potrillo corretear por el prado. Para él los adjetivos son manos y con ellos toca la vida. Pero conversar con Juan Manuel es quedar también atrapado. Las preguntas se dan la vuelta solas y muchas de las palabras que preguntaban despiertan de su significado y vuelven a los oídos significando otra cosa. Habla como escribe. Ser prolijo con él es estar perdido. Más vale darle un pie y dejar al potrillo trotar por el lenguaje.

A Juan Manuel de Prada le sucede lo que a Proust, cualquier mínimo detalle pone su sensibilidad en marcha. Fue el único escritor de su generación con una voz propia. Un clásico joven. Ahora no lo es. Trata a la literatura con talento y al cine con pasión. El mundo que encierra en su cabeza es un universo abierto en el que cabe toda la vida. Nunca supimos después de traerle a La Torre si habíamos mantenido una conversación real con él o si habíamos sido personajes del cosmos que se generaba un metro más arriba del sillón en el que se sentaba.

En la red es fácil resolver el interés por su currículo. Mejor charlamos con él.

Resume tu biografía.
Nací en Baracaldo en Diciembre de 1970. Con tres meses mis padres volvieron a Zamora, de donde procedían, y allí me crié. Estuve en Zamora hasta que me fui a Salamanca a estudiar derecho, donde residí hasta el año 98, y desde entonces vivo en Madrid. Siempre he vivido de la literatura. Al acabar la carrera me mantuve de pequeños concursos, de traducciones, y luego, a raíz de publicar mis primeros libros y, sobre todo, de ganar el Planeta, puedo vivir de lo que escribo. Mi vocación ha sido siempre la literatura, desde niño. Siempre lo tuve claro. Cuando aún no sabía qué es esto de ser escritor, siempre que me preguntaban qué quería ser de mayor, decía que escritor. Recuerdo la perplejidad de mis familiares, que me preguntaban, bueno, escritor pero y qué mas. Se suponía que de la literatura, por supuesto, no se podía vivir. A mí me llamaba mucho la atención que se pudiera ser cualquier cosa, barrendero, electricista, abogado, bedel, juez, y no te preguntaran y qué más. Con lo cual decidí que tenía que ser escritor y nada más.
¿Cómo emerge esa claridad desde tan joven? ¿Es una sensación… en el estómago?
No, es algo que uno no puede evitar. La vocación artística tiene mucho que ver con la vocación religiosa. Es una bendición o un estigma, no lo sé, pero es algo que uno recibe y a lo que uno no puede sustraerse y que tiene que aceptar y asimilar. Es así. Vivimos ahora en una época que desprecia mucho la vocación, se considera como algo propio de períodos oscurantistas o pre-modernos, quizás porque vivimos en una época muy utilitaria en la que ser escritor está bien visto, o ser artista, si ganas dinero. Pero si no ganas dinero la vocación artística parece la vocación de un idiota.

Juan Manuel De Prada

Juan Manuel en un respiro durante la conversación

¿Te hubiera gustado ser director de cine en lugar de escritor?
La verdad es que de niño tenía las dos vocaciones. Pero mi abuelo me contó una historia. Él procedía de una familia humilde y me contó el cuento de un niño pobre que quería ser músico y veía cómo los padres de sus amigos les compraban a cada uno un piano, una guitarra, un violín, y el niño sufría porque sabía que sus amigos no tenían dotes para la música, y él sí, pero sus padres no podían comprarle instrumentos. Viendo un día el padre que su hijo sufría, le cortó una vara de abedul, se la peló y se la dio para que la usara como batuta, y el chaval llegó a ser un gran director de orquesta. Me dijo entonces mi abuelo que eligiera una vocación que fuera barata, como la del director de orquesta. Y así es como me di cuenta de que la literatura es mucho más barata que el cine. Aunque hoy las cosas han cambiado, porque con una camarita y en cualquier soporte se pueden hacer cosas que hace treinta años, cuando yo empezaba, era impensable. Entonces ser director de cine requería mucho dinero. Soy escritor porque era barato. Y acerté.
¿No te tienta hoy alguna de esas camaritas de las que hablas para hacer tus pinitos en cine?
Me ha pillado muy tarde. Sí he hecho mis pinitos como guionista. Pero al menos conozco bien el mundo del cine, tengo muchos amigos directores y sé que cuando uno ha descubierto las ventajas de la literatura, que son, sobre todo, que es un trabajo solitario y que trabajas para ti mismo, que tú mismo te impones tus horarios y tu ritmo, que no dependes de nadie ni nadie viene a interferir en tu obra, no cambias esa libertad por la que no tienes en el cine. El cine es un trabajo colectivo donde todo el mundo pica, donde todo el mundo comenta, y es un rollo. Cada vez que me he acercado al mundo del cine he huido escaldado.
Parece haber más bodrios en cine que en literatura, a pesar del dinero que cuesta hacer una película.
Eso es lo que pasa. Es la consecuencia de que el cine se haya abaratado. Y luego, fíjate, a diferencia de en la literatura, en el cine no hay una ley de supervivencia por calidad. En las salas muy a menudo se impone lo malo. En literatura, como mínimo, hay una criba, porque un editor te dice “esto no interesa, esto es un disparate”. El mundo del cine, en cambio, está muy subvencionado. En el cine nadie determina lo que es bueno y lo que es malo, y claro, al estar muchos de estos creadores paniaguados, se fomenta más el bodrio.

Lo que ocurre con el cine en España es algo sorprendente. A nadie se le ocurre que un escritor, un pintor o un escultor esté subvencionado. Sin embargo vivimos como algo natural que los directores y los actores chupen del bote. Conozco a mucha gente del cine, actores y directores sobre todo, cuyas películas no va a verlas nadie, que viven como reyes a costa de los impuestos de los españoles.

¿Mejoraría la calidad del cine si hubiera menos subvenciones?
No. Pero pienso que la subvención debería darse únicamente a obras con calidad artística.
¿Y quien determinaría esa calidad?
Un comité. Ante la obra ya finalizada determinaría quién merece de verdad una ayuda. Sinceramente, que Torrente la reciba no tiene ningún sentido. Las ayudas del Ministerio de Cultura se supone que cumplen una función de apoyo a la supervivencia del artista. No tiene nada que ver con lo que se está haciendo hoy.
¿No es curioso que los actores o técnicos o directores de cine se quejen de la situación de su industria y demanden soluciones y más dinero, y no lo hagan los escritores o los pintores, por ejemplo?
El cine es un sector paniaguado. Es una excepción curiosísima. Lo que ocurre con el cine en España es algo sorprendente. A nadie se le ocurre que un escritor, un pintor o un escultor esté subvencionado. Sin embargo vivimos como algo natural que los directores y los actores chupen del bote. Conozco a mucha gente del cine, actores y directores sobre todo, cuyas películas no va a verlas nadie, que viven como reyes a costa de los impuestos de los españoles. Es algo monstruoso pero es así. Sé de muchos directores, pero muchos, cuyas películas no van a verlas ni sus primos carnales, que viven en casas de lujo, en mansiones en el campo en los alrededores de Madrid, con servicio, gastando dinero a espuertas. Esto también demuestra cómo las democracias occidentales van poco a poco adormeciendo y anestesiando a la gente. Una situación como esta de la gente del cine, en cualquier sociedad sana provocaría una revolución. Digo en el cine pero también se da en otros ámbitos, claro está. Pero lo del cine es una anomalía que no sucede con otras artes. Ellos se escudan diciendo que hacer cine cuesta mucho dinero, pero es mentira. Hoy en día el cine no cuesta nada. Se puede hacer con mucho menos dinero del que dicen. Lo que pasa es que esta gente se lleva miles de euros. Esto la gente no lo sabe. Hay directores españoles que no los conoce ni su tía que se ponen sueldos de cien y doscientos mil euros por hacer una película. Gente a la que no conoce ni su tía, ¿eh? Yo no tengo nada en contra de que se subvencione a los artistas verdaderamente valiosos, sean directores de cine, pintores, escritores, lo que sea. Pero tienen que producir una obra valiosa. Valiosa artísticamente. Si no, lo que se está potenciando es la creación de una élite de pícaros viviendo a expensas de nosotros.
Pícaros los ha habido y los habrá.
Si, pero este es un caso especial. Siempre ha habido gente que se ha enriquecido de formas casi delictivas. Delincuentes de guante blanco, pero delincuentes. Esto es distinto. Esto es que existe una casta social favorecida frente a otras personas que se dedican casi a lo mismo, un escritor, un pintor, que no reciben ningún tipo de ayuda, o apenas, y que cada vez que hacen una película lo primero que figura en su proyecto es la inclusión en el presupuesto de un sueldo a sí mismos de doscientos mil euros.
Con nuestra connivencia silenciosa.
Sí. Con la connivencia de gente a la que le cuesta llegar a fin de mes y que no saben ni piensan que con su dinero hay un señor que se está fabricando una piscina o comprando un mercedes, o yéndose de putas los fines de semana.

El arte es solo un oficio, pero sí es cierto que tiene una procedencia misteriosa que hace que lo rodeemos de una cierta liturgia, de solemnidad.

¿No te parece que revestimos de demasiada gravedad la creación artística?
Bueno, sí hay algo de eso. Siempre he defendido que el arte es un oficio, pero es cierto que tiene algo misterioso que hace que desde fuera lo tomemos como ininteligible o incomprensible y que, por tanto, lo rodeemos de una especie de liturgia. Esto es lo que han hecho siempre las religiones. Lo que parece misterioso lo envuelven en solemnidad. Tal vez con la cultura o la creación artística hagamos eso. A menudo leo artículos sobre escritores a los que yo conozco, que son amigos míos, o sobre mí mismo, en ambos casos sabiendo que lo escrito tiene una motivación muy simple, y veo cómo los críticos hacen unas lucubraciones disparatadas. Esto suele ocurrir mucho con la literatura, con el cine, con el arte en general, y es porque nos aproximamos a la cultura de una forma reverencial, como si tuviera una procedencia misteriosa.
¿Has escrito dramaturgia?
Teatro no. Estuve a punto de escribir una obra de teatro hace unos años pero finalmente decidí no hacerlo. Aparte de algunas cositas que escribí siendo muy joven, no, no he escrito dramaturgia.
¿Por razones técnicas o personales?
No, quizás sea el único género que no he tratado, tal vez porque no he encontrado algo que me sugestione lo suficiente o un asunto que me parezca que tenga que ser tratado en el teatro.
¿No es cuestión de estilo?
No, porque he escrito guiones. En ese sentido un guión es peor, porque tienes que utilizar un lenguaje muy llano. No, no es por el estilo, he cambiado de registros.
El autor desaparece en la dramaturgia, sólo están los personajes.
No, no desaparece tanto. El texto teatral sí permite el alarde literario. Los grandes autores teatrales han sido grandes literatos. En ese sentido el guión te obliga a desaparecer más y sin embargo he escrito guiones. No. La razón por la que no he escrito teatro es porque no he encontrado qué me apetezca hacer ni quién me lo proponga.
¿Poesía?
Si, poesía escribí mucha en mi juventud, pero salvo alguna en un medio local, de un concurso que gané, no he publicado. Yo no soy poeta. Soy un poeta malo, por eso me cambié a la prosa. Hace ya más de quince años que dejé de escribir poesía.
¿Cómo se te ocurrió escribir un libro como “Coños”?
Porque leí “Senos”, de Ramón Gómez de la Serna. A Ramón lo había leído un poquito en el instituto, cuando te hablaban de las greguerías, pero empecé a leer toda su obra sistemáticamente y me fascinó. Cada libro que leía me fascinaba más, fue como un descubrimiento de las posibilidades de la literatura. Y me apeteció rendirle ese homenaje.

Juan Manuel De Prada

«No creo en los escritores felices. Si eres feliz, no te pones a escribir»

¿Es un escritor es una persona normal?
No. Quien se dedica a hacer girar una manivela todo el día acaba con un brazo más delgado que otro. Yo creo que el escritor es una persona que tiene ciertos aspectos de su mente muy desarrollados, hipertrofiados, y otros en cambio atrofiados. Un escritor es una persona muy infantil para muchas cosas de la vida y, por el contrario, para otras es muy clarividente, muy lúcido. No, yo no creo que sea una persona normal. Por otra parte, pienso que para escribir ha de haber un fondo de infelicidad. No creo en los escritores felices. Si eres feliz no te dedicas a escribir.
No hay entonces un escritor feliz.
No, no existen.
¿Es la felicidad incompatible con la creación literaria?
No exactamente incompatible. Si repasamos la historia de la literatura nos damos cuenta de que los pocos escritores felices que ha habido han sido escritores menores. Solamente la infelicidad es la que te permite poner en cuestión el mundo, las cosas que ocurren, plantearte que lo que está ocurriendo no es lo normal, que lo normal sería otra cosa. Cuando eres feliz estás satisfecho con lo que te rodea.

Toda persona que tenga una mínima inclinación artística es una persona infeliz.

Precisamente el motor de la dramaturgia es el conflicto, no la satisfacción.
Exacto. Yo creo que toda persona que tenga una mínima inquietud artística es una persona infeliz.
¿Ha muerto la novela?
No creo que eso sea verdad. Sí pienso que a la novela, entendida como la herencia de un modelo decimonónico, la ha venido a sustituir el cine. Y que el tipo de historia lineal o convencional la cuenta mejor el cine. En ese sentido es más perfecto. A la larga la literatura tendrá que buscar nuevas formas expresivas. Pero, curiosamente, los libros que tienen más éxito son novelas convencionales. Si miramos “El código Da Vinci” o tantas otras de gran éxito, más allá de que nos parezcan buenas, malas o regulares, nos damos cuenta de que son novelas muy convencionales. Son como películas.
No me refería al éxito de la novela, sino al arte de la novela. En novela se ha hecho todo, se ha experimentado con distintas voces, diferentes narradores, hasta el lector ha llegado a ser el narrador de alguna novela.
Sí, pero no olvides que la literatura es una fórmula, y es a través de la fórmula como se logran las grandes creaciones. Garcilaso de la Vega lo que hace es plagiar a Petrarca. Si lees los poemas de uno y de otro verás que son exactamente iguales, y sin embargo la grandeza de Garcilaso de la Vega es que a pesar de estar copiando a Petrarca, en un determinado momento, en un determinado verso, hace algo que Petrarca no había hecho. Quiero decir que hay que explotar la fórmula hasta que esté exprimida. Probablemente la fórmula de la novela poco a poco se esté quedando exhausta, pero todavía le quedan unos años. Se tenderá a una literatura más subjetiva probablemente, una literatura más fragmentaria, pero la novela seguirá siendo la reina. Aunque la influencia del cine en la novela está empobreciendo muchísimo la literatura. Cada vez es más frecuente encontrar novelas que parecen guiones.
¿Es la novela española actual, artificiosa?
Creo que es una novela de fórmula. Los países prósperos generan literatura de fórmula. Generalmente las literaturas dinámicas, las literaturas vivas y frescas siempre proceden de paises en dificultades económicas o en situaciones conflictivas. Los países que han alcanzado el bienestar generan una literatura más cansina y más previsible.

Casi todas las novelas contemporáneas se vertebran en torno a una fórmula policíaca, aunque traten de la existencia de Dios.

Inglaterra siempre ha sido próspera y mira qué literatura tiene en el diecinueve, o Rusia, o Estados Unidos en el veinte.
Pero Estados Unidos es un país que vive en conflictos permanentes. Es un país en estado de vigilia. Piensa, por ejemplo, en la frase tan famosa de “El tercer hombre”, de Orson Wells. La Italia del Renacimiento era un país, quiero decir, unos países que vivían una gran eclosión social, política y económica, pero eran países en conflicto: guerras, intrigas, problemas sociales. Y decía Orson Wells que el resultado de todo eso, de las guerras, los latrocinios, los asesinatos y las pestes, habían sido Leonardo y Miguel Angel. En cambio los suizos han disfrutado de una paz absoluta durante quinientos años y el resultado ha sido el reloj de cuco. Estados Unidos es un país vivo, pero también un país que sufre. Terrorismo y, sobre todo, catástrofes naturales. Esas cosas en Europa, salvo el terrorismo, y solo porque es internacional y puede suceder en cualquier lugar del mundo, ya casi no ocurren. Europa es un continente cansado. Por eso creo que hoy en día la literatura que puede producir un revulsivo, como ocurrió en los años sesenta con la literatura hispanoamericana, es la literatura africana, la literatura asiática, la literatura de los países del Este.
La literatura india.
Claro. Se está viendo. Es un fenómeno natural. Cuando yo empezaba a escribir hace veinte años España todavía no era lo que es ahora, era un país que se estaba iniciando en el bienestar. Recuerdo que me decían los editores franceses, alemanes, ¡qué maravilla la literatura española!, la nuestra es una cosa apagada, una cosa muerta. Y ahora me dicen que a la literatura española ya le está sucediendo lo que le sucedía a la alemana o a la francesa hace veinte años.
¿Vamos a caer en pensar que se escribía mejor antes que ahora?
No. Quiero decir que en los países prósperos los lectores quieren leer siempre lo mismo. Tienen una fórmula de lectura. Y por eso hoy en día el noventa y cinco por ciento de las novelas que se publican, traten de lo que traten, tienen una fórmula policíaca. Aunque trate de la existencia de Dios la novela se vertebra en torno a una fórmula policíaca. Es literatura de fórmula y siempre ocurre en los países prósperos. Pero eso no quiere decir nada. A fin de cuentas el “Orlando Furioso” era literatura de fórmula.
¿Piensas que el guión de cine es una obra literaria?
Sí, sí lo creo. Es un género literario, igual que creo que el periodismo es también un género literario.
De acuerdo en cuanto al periodismo, pero lo del guión cinematográfico me gustaría que lo explicaras. La necesidad del guión viene dada por la necesidad del director y los actores de recordar cada secuencia y cada diálogo, y por vertebrar un equipo numeroso en el que cada miembro ha saber qué se trae entre manos.
Hombre, para escribir buenos diálogos hay que tener habilidades literarias. Es una literatura que depende mucho del mecanismo de relojería de la estructura, de acuerdo, pero creo que son necesarias dotes literarias. Un diálogo inteligente, o ingenioso requiere dotes literarias.
Unos diálogos literarios hacen una mala película.
Sí, por supuesto. Pero cuando uno ve una película de Willy Wilder se da cuenta de la vivacidad de los diálogos, y eso sí es literatura.
En el cine confluyen todas las artes. En Internet todos los medios. ¿No se está quedando un poco sola la literatura?
Siempre estuvo sola. Los monjes que transcribían los códices medievales estaban solos, nadie les hacía ni puto caso. La literatura siempre estuvo sola y fue solamente en la segunda mitad del siglo veinte cuando vivimos un espejismo, cuando llegamos a pensar que la literatura podía interesar a todo el mundo. Llegamos a creer que una vez alfabetizada la gente todo el mundo iba a leer, y descubrimos que era falso. La literatura siempre será algo de minorías. Exige un sacrificio, y una formación, y quizás está bien que así sea, no pasa nada. Claro, quienes piensen que hay que vivir de la literatura o que hay que vender muchos libros probablemente lo pasen mal, pero no lo contemplo con miedo. El escritor tiene que saber que su trabajo es un trabajo solitario y con muy pocos destinatarios. Pero los destinatarios nunca van dejar de existir.

Juan Manuel De Prada

«La literatura siempre será de minorías. Exige mucha dedicación, y formación, y está bien que sea así. No pasa nada»

¿Es necesario leer hoy día?
Sí, siempre hay que leer. Yo creo que sí.
¿No basta con la imagen para que una persona pueda aprehender el mundo?
No. La imagen crea unas asociaciones neuronales que generan emociones pero no pensamiento. Y para curtir el pensamiento hace falta leer. Y leer mucho.
¿Existe una diferencia sustancial entre un creador y alguien que no lo es?
Sí. Por ejemplo, la soledad. El creador administra su soledad. Y tiene una percepción del mundo distinta a la del resto. Para ser un gran escritor o un gran artista hay que tener capacidad de sufrimiento, que no es muy común. Y ver el mundo como un perpetuo sufrimiento. Y de ese sufrimiento extraer la belleza de las cosas.
Muchos creadores no saben a qué se debe su capacidad de crear.
Quizás porque no han reflexionado sobre su trabajo. Es difícil. Yo creo que la raíz del arte es el sufrimiento.
Diriges y presentas un programa en televisión sobre cine. ¿Dirigirías uno sobre libros?
No. No creo que a los libros se pueda llegar a través de la televisión. No lo creo. Sánchez Dragó tampoco lo cree, lo que pasa es que lo único que le interesa es la pasta que le pagan.
Los lectores sí disfrutamos de esos programas.
Un directivo de televisión española me decía que los programas de libros tenían poco más de cien mil espectadores, lo cual es menos que cualquier suplemento literario, y me decía que sospechan que estos programas solamente los ven los vigilantes nocturnos en las fábricas. Quizás se vean algo más, desde luego, pero creo que no incitan a la lectura, porque la lectura es otra cosa. La lectura es una transmisión de nuestra experiencia vital y para que otra persona lea un libro que le recomendamos tiene que haber entre nosotros una comunión especial.
La pasión por la lectura no es transmisible.
No lo tengo claro.

La raíz del arte es el sufrimiento.

Se está empezando a hacer obra en televisión.
El problema que tiene la televisión es que depende de las audiencias, con lo cual, quien quiera hacer obra ahí lo tiene muy difícil. O conecta con la audiencia o no hay nada que hacer. Yo creo que se ha podido hacer televisión de autor, pero ahora lo veo complicado porque depende solo del éxito, y si no obtiene un éxito inmediato te cierran el grifo. Las productoras no tienen ningún problema en cancelar un programa al segundo o tercer intento.
Da la sensación de que has leído todos los libros y visto todas las películas. ¿Cuándo vives? ¿Haces viajes largos? ¿Haces locuras?
(Risas). Vivo mientras leo y mientras veo películas. Tampoco he leído tanto. Un escritor ha de leer mucho, claro, pero lo fundamental es tener vida interior. Yo creo que esa es la razón por la que la literatura occidental es una literatura decrépita y en decadencia. Los escritores tienen poca vida interior, precisamente porque llevamos una vida muy ajetreada y placentera, y no nos otorgamos ese momento en el que nos quedamos solos y pensamos en las cosas que nos apetecen.
Contamos más con las experiencias externas que con las internas.
Claro. La vida interior es fundamental para el escritor. Eso es lo que tenían los grandes clásicos. El tipo de vida que llevamos hoy no nos permite mucha vida interior. Pero mis lecturas son unas lecturas justitas. No he leído tanto.
Confiesa Sánchez Dragó que su mayor pecado es la lujuria. ¿Cuál es el tuyo?
Mi pecado mental puede que sea la lujuria, pero a partir de cierta edad es fácilmente controlable. Quizás sea más bien la gula. Por otra parte, seguramente Sánchez Dragó miente. Creo que lo decía para tirarse el rollo. A su edad la lujuria no es el pecado más difícil de controlar. Yo soy muy lujurioso, pero a mi edad también es algo que puedes reconducir mentalmente. Puedes ser un lujurioso mental pero ya no te planteas ciertas cosas.

Los nombres de mis personajes los tomo de las lápidas de los cementerios.

¿Te extraña que los raperos, chavales marginales algunos, que no han leído en su vida, de pronto, con los colegas, se pongan a hacer rimas por la calle?
No. Y me parece bien. Muchos juglares tampoco tenían grandes lecturas. Yo creo que el rapero, de cada mil rimas que componga, novecientas noventa y nueve van a ser basura y no van a dejar huella, pero habrá una donde de repente haya un chispazo, una iluminación. Siempre he creído en la literatura que surge por generación espontánea sin que se sepa cómo. Probablemente el rapero que acuña una frase brillante, un pensamiento iluminador, ni él mismo sabe cómo lo hace. Hay una sabiduría acumulada de la que somos depositarios sin darnos cuenta, y aunque él no haya leído nada, ese pensamiento que formula con unas palabras que tienen cierta gracia, probablemente sea un pensamiento que forma parte de un bagaje colectivo, a lo mejor no completamente suyo pero para el que sí hicieron falta muchas reflexiones y muchas lecturas antes de producirlo. Y él no es consciente de ello. Es simplemente depositario. Pero sí, creo en la posibilidad de que surja el chispazo de vez en cuando, muy de vez en cuando.
Eva la Yerbabuena baila poemas de Aleixandre. ¿Está la literatura también sujeta también a la fusión?
Sí, claro. Siempre ha sido así. No nos engañemos, no es nada nuevo. Piensa que la mayor parte de la gente no conoce las grandes obras literarias por haberlas leído sino por adaptaciones cinematográficas, por las pinturas que han inspirado, por las músicas que han inspirado. A Don Quijote la mayor parte de la gente lo conoce por los grabados de Gustavo Doré.
¿Piensas conmigo que el 11-S, el derrumbamiento de las torres gemelas, pudo ser la primera vez que el mundo cambió por un impacto estético?
Contemplar estos fenómenos a tan poca distancia no tiene mucho sentido. Yo creo que nos daremos cuenta con el paso del tiempo. Es imposible ser conscientes del significado de los grandes acontecimientos estando tan pegados a ellos. De todas maneras, una cosa es el pasado y otra la historia. Hasta este momento ningún acontecimiento de esa magnitud había sido retransmitido en directo. Sí, es muy posible que el impacto del 11-S tenga mucho que ver con nuestra forma de ver y de pensar actuales. Sí, estoy de acuerdo contigo.

Juan Manuel De Prada

«En los cementerios están todos los nombres»

Una curiosidad personal. Tiene algo que ver el nombre de tu personaje de “La vida invisible”, Fanny Rifell, con la actriz Rena Rifell?
No, es una casualidad. La conocí en el Festival de cine fantástico de Estepona. Me hizo gracia cuando lo supe, pero en absoluto. Con quien tiene que ver es con Betty Page, una actriz de los años cincuenta. El personaje mío es casi como un remedo de Betty Page. Te confesaré que los nombres de mis personajes, esto nunca lo había dicho, los tomo de los cementerios. Leo los epitafios de las lápidas y tomo el nombre de uno y el apellido de otro, y así poco a poco los voy nombrando. Cuando no son personajes históricos, quiero decir. Tanto los de “La Tempestad” como los de “La vida invisible”, que son novelas de personajes ficticios los he nombrado así. En concreto, los de “La vida invisible” los saqué de un cementerio de Chicago.
Eso es tanto como tomarlos de cualquier otro lado, porque en los cementerios están todos los nombres.
Sí. Y para los de La tempestad, lo recuerdo, fui al cementerio de Venecia y alí estuve anotando nombres y apellidos y luego los combiné.

 

Eduardo Fdez-Martos Machado
Director
donmiguel@latorredemontaigne.com
Eduardo Fdez-Martos Machado

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