Judith Santopietro

Judith Santopietro

 

BIOGRAFÍA

 

Judith Santopietro (México, 1983). Escritora nómada, mujer de las ensoñaciones, cree en los mitos y en las leyendas, su comida favorita son los nopales y el tlatonille. Con su primer libro de poesía Palabras de Agua ha recorrido diversas comunidades y países. Ganadora del Premio Nacional de Poesía Lázara Meldiú 2014, por el poemario inédito Tiawanaku, poemas sobre su corta estancia en Bolivia entre 2013 y 2014. También publicó en Anuario de Poesía Mexicana 2006, Fondo de Cultura Económica; Árbol en llamas, compilación del taller Juntaversos de Saúl Ibargoyen, Sediento Ediciones, México, 2013. Ha leído sus poemas en el Festival Latinoamericano de Poesía Ciudad de Nueva York, EE UU, 2014; XXX y XXXI Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería; Festival de Poesía Latinoamericana Rodante LATINALE, Instituto Cervantes de Berlín, Alemania; XVII Festival de Poesía de La Habana, Cuba; Maison du Mexique, París, Francia, 2010. Fue investigadora visitante en Lozano Long Institute of Latin American Studies, Universidad de Texas, Austin, EE UU, 2012-2013. Además de la poesía, su pasión es la Editorial Cartonera Iguanazul: Literatura en Lenguas Originarias, proyecto de revitalización de las lenguas mexicanas entre la comunidad migrante, que desarolla en la ciudad de Nueva York.

 

 

 

 

Kalasasaya o las piedras erguidas

 

Aún las piedras erguidas de la soledad en esta pampa

el profundo aire que habita los pasillos

caras pétreas en un templo de paredes ocre mineral

Aún así extiendo los brazos a distancias que no puedo narrar

caigo sin ir cayendo por esta áspera cumbre

sostengo la hostil navaja en mi mano

(con la otra escucho el corazón y sus rugidos):

es ésta una tierra donde no nací

su desfile polvoriento no me importa

sus imperios restaurados del racismo inverso

me son indiferentes

(también con esa mano detengo las injurias que erosionan
mi boca cual deshielo triste de los Andes)

Aún la Chakana da el Sur y sus misterios:

esa cruz vencida un poco hacia la noche un poco hacia la nada

que no es lamento de mujeres en su borde

sino infinito resplandor entre los mundos

Jach’a Qhana:

nido de los cóndores que sobrevuelan la estepa lunar

fulgor incandescente que es rosa de los vientos y es cráter

Es éste el Altiplano donde no he vivido

me deleitan

sus dolientes cabecitas sobre el muro rojo

poso junto a cada rictus ajado por el alfarero esclavo

en todos los retratos

 A distancias que no quiero mirar

las piedras verticales peregrinan con el más dócil cautivo

resplandece la estela en su simiente

vestida cual figura de andesita

(el águila la pluma el cóndor la vicuña)

Aún el fraile-monolito acicala sus cangrejos

(un poco gordo por los años dedos torcidos por artritis)

a veces llora en arenisca peces

y su agua colma cada gárgola

limpia las columnas abre la puerta al inicio temporal del Sol:

así de primavera el equinnocio.

Pero los dioses

que serenos observan las estrellas

espían el orbe con su oído colosal

(tímpano secreto entre las piedras)

y en tal estancia del subsuelo

mi voz resuena expandida y pesarosa:

es ésta una tierra donde no nací

su desfile polvoriento no me importa

sus imperios restaurados del racismo inverso

me son indiferentes.

 

 

 

Guennda náabani sicarú

A Macario Matus y su espíritu zapoteco que va a todos lados.

 

Veo tu larga cabellera enredada en los listones

los peces con su piel de plata

al sol

parecen un espejo

de tus pómulos salientes,

recorres las calles

con tu cuerpo de flores hiladas

una tarde de calor

tan intrépido

igual que si buscaras a tientas en la oscuridad

tu primer rostro.

Veo desde aquí la orilla última del agua

y nuestra esperanza de remar

una vez más

sobre las piedras:

porque la belleza y la vida,

guennda náabani sicarú,

en un año como éste,

serán de buscarlas bajo las enramadas

o en las confines de nuestros recuerdos.

 

 

 

Nguixó

Bosque de silencio:

los clavos nocturnos de la remembranza
donde nace la yerba:
se escucha un grillo en el intervalo de los tiempos
y descubro la tristeza aún sonriente.

Por el surco del armadillo resbala su voz el hombre
con sus pómulos de muerte alegre,
miro la profundidad del ojo como una cañada de rocas,
de raíces duras,
de historia de brujos.
Me encuentro yerba,
nervadura de hoja,
mortero donde se tritura el llanto,
fermento que se bebe de alegría.

 

 

Judith Santopietro

Judith. — Ftg: Carsten Menteldorf

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