XII PREMIO MUÑOZ SUAY
Hoy, 28 de Abril de 2015, en su duodécima edición, el Premio Muñoz Suay, creado por la Academia de Cine de España para reconocer los mejores trabajos de investigación histórica sobre el cine español, ha recaído en la obra Luis Buñuel: la forja de un cineasta universal, de Ian Gibson, por ser la primera biografía del genio centrada en la etapa inicial de su vida, donde se mezcla la vida y la obra del cineasta, el lugar donde estudia, con quién se relaciona, sus amores, pasiones, su relación amor-odio con Lorca, su fructífera conexión con Dalí, etc.
Esta obra ha sido premiada por «su gran valía en una investigación exhaustiva sobre la vida y la obra de Luis Buñuel hasta 1938, con el deseo por parte de la Academia de que Ian Gibson pueda continuarla hasta los últimos días del genial cineasta español”.
Ian Gibson lamenta no poder abordar la etapa de Buñuel en Francia y México por “problemas de financiación”. Atrapado en la “telaraña de Lorca, y después de Dalí”, se ha pasado siete años reconstruyendo la primera mitad de la vida del cineasta aragonés. El hispanista, que «entró» en la Residencia de Estudiantes con 20 años “y ahora tengo 76”, confiesa que Buñuel fue un hombre enigmático. “Se sabe muy poco de él, donde mejor se le ve es en sus películas. Me gusta todo lo que hizo, pero si tuviera que quedarme con una de sus obras sería «La edad de oro»».
RICARDO MUÑOZ SUAY (Valencia, 1917-1997) fue uno de los intelectuales, críticos, cineastas e investigadores más importantes de España. Desarrolló una influyente, notable y variada carrera cinematográfica, desde guionista hasta crítico, responsable cultural y hombre de industria, en una trayectoria que inició a principios de los años treinta.
IAN GIBSON
EL CARTÓGRAFO DE CEMENTERIOS
Apareció de joven por España y quedó noqueado. Desde entonces vive en nuestro país. Su visión apasionada y su investigación sobre personajes españoles nos ha ilustrado sobre nuestra propia historia. Sus biografías de Lorca, Dalí, Machado o Buñuel son referencia indiscutible (o discutible) en nuestra España moderna. Cenamos con él en La Torre de Montaigne.
Con su andar de paquidermo dulce y su mirada de cuchilla recorre la estancia con parsimonia leonina. Es el blanco de todas las miradas. Español en la piel blanca de un irlandés, tiene trazas de profesor de lenguas extranjeras, o de ajedrecista, las de uno de aquellos Grandes Maestros de la antigua Yugoslavia o de la Unión Soviética venidos a menos y que fueron arrojados fuera, entre la juventud, cuando explotaron sus raíces. Construye con su interlocutor una cercanía rara, extrañamente conseguida, como si ambos se entendieran y participaran de su misma pasión y anduvieran ya los dos poniéndose de acuerdo. Es un poco ese amigo agudo e hiriente, pero bondadoso, que tenemos todos. Le gusta rodearse de gente interesada en lo que dice, y promover la discusión, y explicar, y convencer. Acepta las opiniones contrarias, pero han de ser estas muy afiladas y probadas en la batalla dialéctica. Sucumbe sin embargo, como todos, al encanto personal cuando su interlocutor lo tiene.
Nada le gusta más que tener enfrente a un joven inteligente vehemente y en contra de cualquier cosa; entonces se le enciende la mirada, se inclina hacia él y le aconseja como un viejo general napoleónico. Ha trabajado por aclarar espisodios oscuros de la historia reciente de España más que muchos, nunca a gusto de todos, y ha indagado con honestidad y dedicación en las vidas de algunos de los más grandes creadores españoles del siglo XX, siempre a su manera, la de un francotirador heterodoxo.
Mientras hablamos con él nos fijamos en sus ojos de delfín y parécenos ver un chispazo de nostalgia o melancolía, aunque él lo niega: por qué diablos hubo de cambiar, hace ya tanto tiempo, cuando decidió leer a Lorca y viajar, los cielos nublados y amados de Dublín por el cielo seco y abierto de Castilla y la luz y el fuego de Andalucía.
Yo no soy un intelectual, soy un obsesivo; me obsesiono con un tema, investigo y escribo libros.
¿Qué es lo que le hace a uno dedicar su vida a un país que no es el suyo?
Topé con España en mi camino. Me publican mis libros, me piden conferencias, me miman. Me dejan vivir y encima me pagan, de modo que me quedo aquí. Tengo poco tiempo. Ya no tengo cincuenta años para decir, bueno, a ver si me voy a Francia, que me interesa mucho. No. Voy a estar aquí hasta el final. Encuentro satisfacción en mi trabajo, siempre tengo un proyecto nuevo. Es fantástico, ¿no? El trabajo no es trabajo para mí. No distingo entre mi trabajo y el resto de mi vida. Claro que eso habría que preguntárselo también a mi mujer. Está harta de vivir con un biógrafo. Después de Dalí, y de Lorca, le prometí no hacer nunca más biografía. Y mira, acabo de publicar la de Buñuel. Está desesperada. Siempre estoy en busca de algo.
¿Piensas -si pudieras elegir- morir en España o en Irlanda?
Yo moriría aquí, en Irlanda nunca. Sería la muerte morirme en Irlanda. Sería volver atrás. Yo no quiero volver atrás. Dalí trataba cada año reanudar su relación con Buñuel, pero Buñuel le contestaba cada año igual: agua pasada no mueve molino. Punto. Olvídame. No quiero verte. ¿Ves? No es bueno volver atrás. Hombre, uno lleva el pasado dentro. Yo tengo Dublín dentro de mi cabeza, de mi corazón y no necesito ni quiero estar allí, porque ha cambiado mucho. Prefiero guardar dentro de mí el Dublín que conocí, ¿sabes? Y además, cuando eres escritor, es diferente. Yo releo Ulises, por ejemplo. Cuando eres dublinés y vives aquí, y has conocido el Ulises con dieciocho años, te cambia la vida. Yo vuelvo al texto, y vivo Dublín, mi Dublín y el Dublín de Joyce, fundidos en uno, y no necesito estar allí. No reniego de mi pasado, pero tampoco quiero volver. La idea de volver me pone enfermo. Mi país es España. Disfruto aquí como un niño ¿Cómo voy a volver? Y volver a Inglaterra, mira, prefiero morirme ahora mismo. Es un país que no aguanto. Su ritmo lento me mata.
¿Puedes explicarnos a los españoles cuál es el “problema de España”?
Bueno, yo… esta entrevista tiene pinta de ir para dos horas. Así, la cena va a ser un coñazo.
Eso depende de la comida.
Es broma. Mira, este país no existe todavía. Es un país que todavía no es el gran país que podría ser. Ha habido muchos intentos, pero hay tanta amnesia que es difícil saber por dónde empezar. Es un país que tiene un problema de identidad. Los franceses no preguntan esto nunca, los británicos tampoco. España es un país que ha tenido una historia muy difícil, muy jodida, entre una guerra civil y otra guerra civil. En España se trata de aprovechar el momento. Los políticos son corruptos, al fisco se le engaña siempre. La picaresca. No hay confianza en la res pública.
¿Crees que el origen de la picaresca está en la falta de confianza en la res pública?
Claro, porque no hay estabilidad, de modo que tiene que inventarse todo, porque todo es falsedad y engaño. ¿Por qué nace la novela picaresca en este país y no en Francia? Porque sois unos pícaros. Claro que igual estoy diciendo chorradas.
No te preocupes.
Hay que rescribir la historia. Hay que reconocer a la Gran España, que es una mezcolanza de sangres, de idiomas, de creencias. No se puede ir por la vida pensando que España es católica, y sólo católica, y que lo que no es católico no es español. “Yo soy un hombre, aunque de villana casta, limpia de sangre y jamás de mora ni de hebrea manchada” Esto es Peribáñez, de Lope de Vega. Soy católico. El único auténtico español soy yo, que tengo la sangre pura, sin mezcla de hebreo. Mire usted, pues no. Cada español tiene en la sangre una mezcla de árabe y judío. ¿Por qué no admitirlo? ¿Por qué no verlo como una cosa fantástica? En fin. Debo de ser un heterodoxo.
La gente necesita líderes que les guíe, porque temen a la muerte. Y necesitan creer en algún tipo de más allá, necesitan seguridad. No pueden vivir sin ello. Por eso están en manos de los curas y de los druidas.
Tal vez deberíamos aprender árabe.
Obviamente. Hay cuatro mil palabras árabes en el idioma. Incluso, según Goytisolo, giros. Así como en el inglés de Dublín hay una influencia del celta en algunas construcciones, aquí hay también esa influencia, mucho mayor, del árabe. Escritores españoles consagrados, que son los que manejan la lengua, no saben árabe. Goytisolo es el único. Pero Menéndez Pidal no sabía árabe. Muchas de las palabras que utilizamos cada día son árabes. Esto hay que saberlo y enseñarlo. ¿No sería bueno que se supiera todo esto, que se investigara, que se incorporara? Claro que sí.
Puede que a los países nos separe la historia.
Obviamente. El ser humano necesita un talibán (en realidad es talib, en singular) que le diga lo que tiene que pensar. La gente necesita líderes que les guíe, porque temen a la muerte. Y necesitan religión y creer en algún tipo de más allá. No pueden vivir sin eso. De modo que están en manos de los druidas. Buscan seguridad. Quieren saber que sus seres amados no han muerto para siempre, que se van a reunir. La gente, por lo visto, necesita eso. Este es uno de los grandes problemas. Si no fuera por esto, podríamos resolver otros problemas, tal vez.
Deberíamos pasear más a menudo por los cementerios.
Yo voy siempre. Cuando llego a un sitio nuevo, lo primero que hago es ver el cementerio. Y voy mucho en Madrid al cementerio civil. Mi biografía de Machado arranca en el cementerio civil. Muchísimos madrileños no conocen el cementerio civil, donde descansa “la otra mitad”. Es una lección de historia. Tú tienes razón. Hay que conocer los cementerios. A mí me encantan los cementerios británicos diseminados por el Mediterráneo, son fascinantes, comenzando por el de Málaga, que supongo que muchos malagueños tampoco conocen.
Ni uno mismo.
¡Cómo que no! ¡Un bilingüe como tú educado en Inglaterra! Es el más bello del Mediterráneo. Allí está Gerald Brenan, y un irlandés que murió fusilado con Torrijos en la playa de Málaga. ¿Conoces la historia de los restos de Gerald Brenan?
Cuéntala.
Cuando Brenan se moría, estaba preocupado por lo que iba a costar el entierro, y la tumba, y todo eso, y un vecino británico le dijo, mira, no te preocupes. Entrega tu cuerpo a la ciencia y no habrá entierro, ni tumba, y no le costará nada a Linda. ¡No vas a dejar a tu chica con el problema de cómo pagar tu entierro! Y lo hizo. Y nada más morir se lo llevaron a la facultad de medicina. Pues bien, catorce años después me di cuenta de que Gerald seguía todavía en un tarro, y hablé con su familia, por si querían que se le sacara y enterrara en el cementerio británico de Málaga, y luego fui a ver al catedrático, que me invitó a comer en la facultad. Cuando llegué me dijo, mira, antes de comer quiero que veas a Gerald. Está mejor que nunca. Nadie le había tocado, porque claro, no puedes destripar a alguien tan conocido, de manera que estaba allí tal y como llegó. ¿Antes de comer?, le dije. Me niego. Yo era discípulo de Gerald Brenan. De modo que con Carmen Calvo organizamos la ceremonia. Le sacamos de allí. No podíamos llevarnos el cuerpo, porque se habría desecho. Lo quemaron, pero las cenizas las enterramos en el cementerio, junto a su mujer. A dos metros de Jorge Guillén.
Los sajones son más fríos que los mediterráneos. ¿Cómo es posible que hagan tan buena música?
No creo que sean tan fríos. Lo que pasa es que Inglaterra vivió un período de recesión en el siglo XIX, con la reina Victoria, pero Inglaterra en el fondo no es eso. Ingleses hay sesenta millones, y son mezcla también. Hombre, fría es la clase dirigente y las escuelas privadas, que han representado la idea del control, de reprimir los instintos. El inglés de esa minoría dirigente, me refiero al idioma, es un inglés diferente al inglés del pueblo. Se pronuncia con muchos diptongos y se puede hablar con el labio superior rígido. Eso supone un control, una manera de hablar inglés. La muchedumbre, o lo que es muchedumbre para ellos, no habla así. Esa es la gente que a mí no me gusta. No es el pueblo. El pueblo siempre ha acertado más o menos, pero claro, cuando arriba hay una minoría diciendo que no, que no, reprimiendo, reprimiendo, lo que ocurre es que se desnaturaliza y se falsea el carácter nacional. Tú, que conoces el inglés perfectamente, sabes que la gran revolución ocurrió en los años sesenta, con la minifalda. A partir de entonces se comenzaron a publicar libros que antes estaban prohibidos, y comenzó la liberación.
¿En Shakespeare está todo?
Bueno, indudablemente es el gran genio literario. Él dice en unos versos más que otros grandes poetas en libros. Shakespeare es realmente asombroso. Antes me recitaste un soneto de Shakespeare en inglés. Los dos somos shakesperianos. Fue un genio absoluto. Además, en inglés, que es un idioma extraordinario. Tiene mezcla de elementos franceses y alemanes. Realmente es un idioma único para la literatura, porque hay registros que no se dan en otros idiomas. Puedes decir desde un término de origen latino a una palabra alemana. Y eso da, ya lo dijo T.S. Elliot, unas posibilidades poéticas extraordinarias. Tiene raíces muy diferentes a otros idiomas.
Tú eres hispanista. ¿Por qué no hay “inglesistas” españoles?
Bueno, este es seguramente el país más complejo de Occidente. Ha habido un problema de identidad. Cuando eso ocurre, se crea una demanda para que la gente venga de fuera a explicar. Hay trabajo para mil años sobre la cultura española. Es una situación anormal. Hay una persona en Sevilla, el catedrático García Tortosa, que ha traducido Ulises al castellano y es uno de los mayores expertos mundiales en Joyce. Esto es lo que normaliza un país. Que un irlandés trabaje sobre García Lorca o Dalí es perfectamente normal, o que un francés venga a hacer una tesis sobre Cervantes. Todo eso es normal. Lo anormal ha sido la situación de España. Ahora estamos en el seno de Europa. Hay becas, hay subvenciones. Ya verás lo que va a pasar. Va a haber una explosión de trabajos de españoles sobre Inglaterra.
¿Has perdido la visión de rayos x que tiene un extranjero sobre un país que no es el suyo?
Toda la península es fascinante. Me llama la atención, por ejemplo, que la gente no conozca Portugal, que está aquí al lado. Tampoco mucha gente conoce Cataluña, que es un misterio para los monolingües de este país. Este país, claro, se divide en monolingües y bilingües. El desconocimiento de Cataluña, fuera de Cataluña, es extraordinario. Y el desconocimiento de Portugal verdaderamente llamativo. Y todo esto hay que corregirlo. Pienso que sigo manteniendo tus rayos x. Sigo buscando.
¿Por qué nuestra literatura es tan invisible fuera de España?
No creo que sea tan invisible. Al menos, no tan invisible como antes. Si Pérez Galdós se hubiera trasladado a Francia como hizo Blasco Ibáñez, se habría hecho famoso. Y no hubiera tenido que escribir en francés, porque, que yo sepa, Blasco Ibáñez no escribía en francés, pero vivía en Niza, y se convirtió en el novelista más famoso de Europa. Pero Pérez Galdós nunca salió de aquí. España no estaba en Europa. Ahora se traduce a Muñoz Molina y otros. España ha vuelto, y creo que vamos a ver grandes cambios. Cabrera Infante está traducido al inglés. Vargas Llosa está traducido al inglés, Marías está traducido al inglés. Además, Marías es un gran traductor del inglés, es un hombre, tú lo sabes, que es bilingüe. Pero bilingüe literariamente hablando.
El Tristam Shandy lo tradujo maravillosamente. Obtuvo el Premio Nacional de Traducción.
No conozco la traducción, pero me han dicho que es fantástica. Porque él, claro, es un hombre que conoce el inglés perfectamente, y además lo trabaja.
En la historia de Inglaterra el mayor arte ha sido la literatura. ¿Cuál crees que sería el arte más propio o grande de España?
Yo creo que la pintura. Es sorprendente el número de excelentes pintores en la historia de España. Hay un talento especial para la expresión plástica. Es increíble. Aquí hay gente que empieza a pintar a los cincuenta años con una facilidad sorprendente. Tal vez el esfuerzo sostenido, que requiere constancia, resulte más difícil. El español es un gran improvisador. Tal vez se pueda improvisar más en pintura que en novela. Existe una tendencia a improvisar. Una tendencia general, se entiende. Tal vez se deba a eso, no lo sé. Pero me llama mucho la atención la cantidad de pintores de gran calidad que hay y ha habido en España.
¿Qué escritores contemporáneos españoles lees?
Mis lecturas suelen girar en torno a lo que estoy escribiendo. Es una pequeña tragedia. A mí me gustaría leer mucho más, pero la verdad es que diez horas cada día con lo mío y con la pantalla es suficiente. Pero leo a Muñoz Molina, a Luis Mateo Díez, a Luis Portillo, que me parece fantástico. Tiendo a leer a la gente que conozco, que enriquece mi relación con ellos. Me gustaría releer más, y volver a la literatura francesa. Vuelvo a los poetas, Verlaine, Baudelaire, a todos esos poetas los llevo conmigo. Es fantástico poder leer un poema en su idioma. La prosa requiere otro tipo de atención. Me gustaría leer todo Balzac, por ejemplo, aunque le he leído mucho. Me gustaría ir a una isla griega, digamos, y pasarme cinco meses con unos amigos leyendo todo el día y bebiendo por la noche.
Sacamos el cuerpo de Gerald Brenan de la facultad de medicina, de una botella. Yo era su discípulo. Con Carmen Calvo organizamos la ceremonia. Le sacamos de allí. No podíamos llevarnos el cuerpo, porque se habría desecho. Lo quemamos, y enterramos las cenizas en el cementerio inglés de Málaga, junto a su mujer. A dos metros de Jorge Guillén. Hay allí un jardín botánico, y una iglesia pequeña. Es un cementerio precioso.
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