Violeta Orozco

Violeta Orozco Barrera

 

 

 

ARS POÉTICA

 

Empecé a escribir desde que conocí a aquél grabador chino obsesionado con dibujar la niebla. En la temporada de secas de todos los mares, él gastó la tinta de su vida intentando dibujar la niebla. Desde entonces yo quise hacer lo mismo pero con palabras, y busqué entre todas las palabras las que fueran capaces de trazarla. Porque para mí eso era la poesía.

El chino decía que cuando la niebla se saliera de la página, sabrías que lograste dibujarla. Aprendí en el camino que ayuda a precisarla conocer el lenguaje de los niños y los enamorados, porque hablan como entre sueños, como entre nieblas. Leía todo el tiempo, leía el tiempo para encontrar en él las pistas de mi maestro, hasta que un día gané un premio nacional de poesía por un retrato hablado del mar que hice en aquél entonces. Sigo escribiendo para tratar de captar el rostro de la belleza, leyendo para encontrar en algún lado su imagen multiforme y cambiante como la niebla, para ver si un día se le da la gana cobrar vida y saltar fuera de la página.

Violeta Orozco Barrera

 

 

 

 

POEMAS

 

 

 

 

 

 

CÓMO DESTRUIR UNA CIUDAD

 

I

Recorreré la ciudad entera llamándote y tú no vendrás. Yo lo sabré antes de que existas y nazca el dios de la ciudad que vuela y barre con sus ojos las anchas calles, abarcando en su carrera las leguas que nos separan, las lenguas que nos confunden. Porque yo, como él, soy tu ciudad, tu pérdida y tu encuentro, tu alegoría, tu babel y tu cárcel, tu ardor suicida. Soy el lindero, la muralla china. Mi ciudad muerta y viva todavía, mi herida antigua, mi espera demolida en olvidos y distancias, mi guarida temporal, mi energía latente de temporada nueva, mi amor que convalece siempre.

 

II

Y anduve contigo la ciudad desierta, buscando vaciar mi corazón en ti o en la noche o en cualquier otro contenedor enorme, insaciable, sin memoria.
Y anduve contigo la ciudad de piedra, tratando de ablandar al cemento con mi paso intermitente, tratando de tocarte con el pensamiento, camuflándome en las sombras soñolientas para que nada me pensara.
Y anduve contigo la ciudad despierta en la noche amueblada de luces y ventanas, anduve contigo las distancias que separaban las esquinas sin lustre de la belleza enterrada en el fondo de sus grietas.
Y anduve contigo ciudades desiertas, inventadas por nuestra ignorancia desesperada, por nuestra sed de rastros y significados.
Anduve contigo las sendas y las banquetas que nos iban encontrando. Caminamos sin ver, sin vernos, especulando al otro en su silencio. Con la ciudad muerta alrededor de nosotros, marchábamos infatigables para reconstruir algo que nunca había sido edificado. En la era de los derrumbes y las demoliciones, caminábamos para revivirla, imaginando que podíamos pavimentar el mundo con nuestros pasos, emparejar la tierra con nuestra persistencia. Con la ciudad muerta alrededor de nosotros, caminamos la carretera sin fin como quien tiene un destino.

 

 

 

VENTANA ABIERTA

 

La ronda de la lenta onda
destila su amielada salvia
el viento del otoño tibio
busca su templo en la ronca magia
y el bajo de la sombra se maquilla
para parecer profundo a pesar de su furia.
La noche se estira entera
para parecer más larga
para ser suave marea
el tiempo recrea la danza
de la primavera.
En la ciudad abierta
florecen las luces del alba
a la angustia y a la espera
a la muerte y al deseo
a las flores de cemento
a la altura, el aislamiento
de las noches sin voz ni cimiento
a los vacuos departamentos
esperando un habitante, un momento
de constancia en los patios desiertos
de relleno en los cuencos sin lluvia
o de luna en los charcos repletos.

 

 

 

COMO LEER UNA CIUDAD

 

Aquél que no sabe caminar sin mapas
debe aprender a leer ciudades.
Sentir antes que nada,
el llamado de ciertas avenidas
la mirada fija de ciertos callejones,
el imán extraño
de ciertas esquinas escondidas.
Porque la ciudad no es una sola
no es un sitio ni una zona
la ciudad es un espacio
que no cabe en cualquier mano,
se ajusta apenas
a ciertas premoniciones
a ciertas penas, ciertas horas
atardeceres ahogados en las nubes
impreciso hundimiento de ardores,
augurios húmedos, lluvias apagadas
que sienten los que esperan
y la llevan a cuestas
(pues aquél que sabe caminar sin mapas
necesita una ciudad para extraviarse.)

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