Antonio Gamoneda

Antonio Gamoneda. Premio Cervantes 2006

 
 

Su rostro es ruso, amplio, de cejas pobladas y mejillas que han conocido el frío. Su mirada se ciega o retrae a menudo buscando refugio en las cuencas de sus ojos, lugar íntimo donde mantiene su hoguera encendida y donde él encuentra espacio para volar, como los pájaros en sus poemas, perseguido por la luz. Su porte de león de invierno oculta en su corazón una brizna de hierba quebrada por la enfermedad, el dolor y las carencias de su juventud, pero que aún se sostiene, y se inclina y se lamenta y canta a favor del viento.

 

En su discurso de aceptación del Premio Cervantes en 2006, Gamoneda contaba que el lenguaje de Cervantes era el lenguaje de la pobreza y no el del poder. Nosotros no hemos visto a Gamoneda pobre ni poderoso sino sencillo, casi anónimo, entrando en La Torre reconocido solo por los lectores de poesía. Aprendió a leer con cinco años en un libro de poemas publicado por su padre, y desde entonces, inmerso en la soledad y desolación de la España de la posguerra, lleva el día y la noche dentro.

Su poesía es fiera y solitaria. El filo de los cuchillos, la luz como metáfora de la muerte y una extraña y cálida ternura sostienen su obra poética construida en soledad y desolación. Antonio Gamoneda es la semilla que cayó en terreno baldío, y dio fruto. En su intimidad conversa con sus doctos libros, y su ser oculto, lacerado, lo expone impúdicamente en su poesía, donde se refugian el niño que fue, el adulto olvidado, y el muerto que camina.

Pero de momento, aún hierve su calavera. A lo mejor Don Antonio es el abuelo entrañable o tal vez huraño que no tuvo ocasión de ser Machado. Y a lo mejor por eso -no solo por eso-, cuando se haya ido, releyendo sus poemas sentados en el sillón o embozados en las sábanas, a algunos se nos aparecerá el fantasma de este Don Antonio, el vivo, el poeta del invierno, arrastrando sus cadenas de hortensias y sus bolas de luz en las que hoy bebemos tantos.

Como es fácil indagar en la red y fuera de ella en la obra y biografía de Gamoneda, nos limitamos a entreverar la conversación que mantuvimos con algunas piezas breves extraídas de sus libros de poemas.

 

Soy el que ya comienza a no existir
y el que solloza todavía.

Es horrible ser dos inútilmente.

 

¿Don Antonio, si la cultura es la parte más divertida de la vida, por qué la rodeamos de academicismo y solemnidad y la distanciamos del común de los mortales?
Tiene usted razón en el sentido de que la utilización social de la creación artística de cualquier tipo es la cobertura del ocio. En ese sentido podría ser la parte más divertida de la vida. La academización de todos estos aspectos a mí tampoco me resulta demasiado simpática, porque le resta espontaneidad. Se crea una especie de dirigismo aplicado a la creación artística. No obstante, el entender de manera absoluta que toda producción estética tiene como finalidad única divertir me parece que es una estimación excesiva. Es decir, equivocada. La estructura de una pieza en cualquiera de las artes puede tener su origen en el sufrimiento de un ser humano. La conversión del sufrimiento en una creación artística origina un cambio de naturaleza que pienso que es liberador. Estoy de acuerdo con usted en la parte que he dicho hasta ahora, pero no cabe entender que la condición de divertida sea aplicable a la creación estética en general. Por ejemplo, en la poética de Aristóteles se dice que la tragedia, la tragedia griega, que contemplaba la representación de actos verdaderamente horribles, finalmente era creadora de alguna forma de placer. Es decir, que había en ella una conversión del sufrimiento en placer. Eso ya escapa a la noción de divertido que usted me propone.

 

Antonio Gamoneda

Gamoneda agudizando el oído.

 

El mundo anglosajón no tiene Academias ni Institutos de la lengua, y su idioma es el primero en el mundo, y su mayor logro artístico es la literatura. ¿Para qué necesitamos nosotros la Academia, la estructura?
Ehh…, bueno. Vamos a analizar un poco eso que usted me dice. La lengua inglesa es ciertamente predominante en el mundo, aunque también es verdad que la española está teniendo una proyección y crecimiento importante desde hace unos años. Pero la lengua inglesa es predominante en el mundo en términos que yo llamaría funcionales. Es una lengua muy precisa, muy conveniente para comunicaciones de aspectos objetivos como pueden ser los económicos, comerciales, científicos, políticos…
Literarios.
Ahí ya digo no. Porque cada lengua tiene su literatura intransferible. Es decir, las traducciones pueden ser una especie de información sobre un hecho estético iniciado en otra lengua, pero una información no es el propio hecho estético. Es decir, usted puede transcribir perfectamente una columna periodística puramente informativa. Se trata de hechos objetivos. Pero usted no puede trasladar una octava de Góngora al inglés sin destrozarla. Las creaciones estéticas están ligadas a una lengua en concreto y no hay una lengua universal que a la que puedan reducirse todas las demás. Inglaterra tiene una gran literatura. Importantísima literatura. Chaucer, Shakespeare, los románticos. Una importantísima literatura. No he traído la tabla de medir, pero yo no me atrevería a asegurar que es inferior a la romana, a la griega, a la italiana o a la española incluso.

 

Vi
cuerpos al borde de
las acequias frías.

Amortajados
en la luz.

 

Cuando usted recogió su premio Cervantes, creo recordar que dijo que el lenguaje de Cervantes no era el lenguaje del poder sino el de la pobreza.
Si. Algo muy cercano a eso dije.
¿Se puede escribir poesía desde el poder?
Si. Cómo no. Simplemente será de naturaleza distinta a la poesía que se genera en la pobreza. Y será de naturaleza distinta porque la noticia y la contemplación de la realidad y la existencia que se tiene desde el poder, sea este económico, político o del tipo que sea, es distinta de la que tiene el que está en la zona histórica sufriente o está en la zona de la pobreza. Yo no me atrevo a decir que los poetas de la pobreza sean mejores que los del poder, ni viceversa. Es cuestión de talento individual, aunque el poder tiene la posibilidad de ejercer una mayor influencia. Tenemos datos de culturas orientales, como puede ser la China, en las cuales la escritura y la creación poética están ligadas al poder.

 

Antonio Gamoneda

Gamoneda escéptico.

 

Aquellos escritores chinos pertenecían a la corte de los emperadores.
Si, eran los grandes funcionarios y los príncipes. ¿Por qué? Es muy sencillo. Se da la circunstancia de que saber escribir en China es mucho más difícil que saber escribir en español, y únicamente personas que tienen una situación privilegiada pueden llegar a la situación cultural y lingüística y escrituraria que les permite hacer poesía. Es una distinción, pero no una posición de la que se desprenda una mayor calidad de escritura que en la pobreza. No la hay.

 

No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo
una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo
dolor no me concierne.

Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.

Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.

 

¿Puede escribirse algo nuevo después de Homero o Shakespeare?
Sin duda. Sin duda. Eso tiene la misma respuesta que si usted me dijese si pueden existencialmente ocurrir cosas nuevas después del descubrimiento de América o de la elevación de las pirámides o de la guerra de la independencia española. La vida está nutriendo la expresión, y la poesía es una emanación de la vida. Homero, Shakespeare son representaciones geniales de un tiempo. Pero el tiempo histórico está en movimiento y en modificación.
¿De verdad somos el tiempo que nos queda?
Bien, ese es un título de un libro de un querido amigo como es Pepe Caballero Bonald, en el que se reúne toda su poesía. Me parece que es una expresión poética acertada, pero una expresión poética no es una valoración científica de la realidad temporal. El pensamiento poético es otro pensamiento, no es exactamente el mismo pensamiento que se pone en valor cuando tratamos de informar o de reflexionar o de investigar o de hacer proselitismo político. No. Es otro pensamiento y otro lenguaje. Dentro de ese lenguaje y de ese pensamiento libres, me parece una expresión potente y certera la de Pepe Caballero.

 

Antonio Gamoneda

«El poeta es un ser impúdico»

 

Don Antonio, ¿sirve la poesía para algo?
Si. La poesía no transforma la realidad objetiva, no transforma el mundo, aunque ha habido poetas que han pensado que sí. Pero no, no lo consigue. Pero la poesía sirve para intensificar la conciencia y la sensibilidad de unos receptores, los lectores. Eso por una parte. Y luego, finalmente, podemos deducir que la poesía es una forma de creación de placer incluso cuando se origina en el sufrimiento. Las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre son un poema desolado, y sin embargo, cuando usted las lee lo hace para proporcionarse algún tipo de placer. Bien, pues seamos modestos, no busquemos grandes transformaciones ni utilidades de tamaño histórico en la creación poética, pero démosle lo que es suyo. Insisto, intensifica la conciencia, afina la sensibilidad y proporciona placer. Creo que son tres cosas útiles.

 

Amé las desapariciones y ahora el último rostro ha salido de mí.

He atravesado las cortinas blancas:

ya solo hay luz dentro de mis ojos.

 

¿Hay algún tema en la poesía tan alto como la muerte?
La muerte, qué duda cabe que es uno de los grandes temas de la poesía, y además la muerte es inseparable de la vida. Hay vida porque existe la muerte y viceversa, hay muerte porque existe la vida. No se trata de temas que están en mundos existenciales distintos. La muerte, el amor, el miedo…
En su caso, como el título de uno de sus libros, el frío…
Cuando es el frío entendido precisamente como una metáfora de la situación terminal del hombre, cercano ya a la muerte. No creo que debamos establecer una jerarquía de valores en las cosas que son materia poética. Los grandes temas no hacen necesariamente buena poesía. Con un magnífico tema de fondo, un mal poeta no hará nada demasiado notable. Sin embargo, con un punto de partida temático aparentemente trivial puede darse la circunstancia de que un gran poeta haga un gran poema. Por ejemplo, Shakespeare, los ingleses que tanto le interesan a usted, Shelly, Keats, sobre ánforas y urnas griegas hacen grandes poemas. La realidad y el pensamiento poético son dos cosas diferentes y no hay jerarquía temática.

 

Mi rostro hierve en las manos del escultor ciego.

En la pureza de los patios inmóviles él piensa dulcemente en los
suicidas; está creando la vejez:

ayer y hoy son ya el mismo día en mi corazón.

 

En la adolescencia casi todos escribimos poemas.
Si.
En cambio, en la edad adulta existen pocos poetas y más escritores en prosa.
Ya.
¿A qué puede deberse esto? ¿Por qué se agota ese interés en la poesía según crecemos?
En la niñez y en la primera juventud, es decir, en la adolescencia, existe una capacidad de fascinación, de entusiasmo, de contemplar las cosas en su aspecto maravilloso, que luego pierde el hombre, cuya experiencia va reduciendo a cosas mucho más prosaicas. Esa capacidad de entusiasmo no solamente se da en la adolescencia, también en un niño con la suficiente capacidad receptiva, un niño de cinco años…
Ese fue su caso.
Si. Yo descubrí simultáneamente el lenguaje de la escritura y el mundo del pensamiento poético, pues aprendí a leer con poemas de mi padre. Esa fascinación inicial se dio cuando tenía exactamente cinco años, en 1936.
En algún lugar dice usted que el silencio es la mayor ausencia que tiene que soportar en su vida. ¿Tan ruidosa es su vida?
Bueno, no me acuerdo de cuando he dicho eso ni en qué sentido he podido decirlo. Yo creo que eso… usted me dice que yo en algún momento me he lamentado del silencio.
De su ausencia.
Pienso que me expresé mal, o se escribió mal. Creo que quería decir exactamente lo contrario. Que el silencio comporta en mi vida una ausencia, una privación que se me hace muy dura de llevar. ¿Por qué? Porque soy un sordo consumado y he perdido la capacidad, por ejemplo, de disfrutar los matices más finos de la música. El absoluto silencio puede ser una forma de sufrimiento, aunque le confieso que con estos aparatos que se pone uno entro en muchos lugares en los cuales lo que no puedo aguantar es el ruido.
¿Vivimos una gran época de la poesía en España?
No. Creo que el momento de creación de la poesía española es importante, pero la atención que se le presta es minoritaria. Todo esto es explicable, pero no creo que estemos en una época muy significativa de la poesía española.
Al menos los poetas ya no sólo se leen entre ellos. Hay nuevos lectores de poesía no poetas.
Es verdad que se ha abierto un poco el campo de lectura, pero es una cosa que no tiene gran tamaño todavía.
¿Añora usted algún paisaje?
Pues mire, sí quiero decirle que incluso habiendo llegado a Andalucía en unos días no demasiado luminosos, ha habido algunos momentos de sol sobre los pueblos blancos que han creado en mí una visión fascinante y hermosa. La percepción de una agrupación residencial humana bajo ese momento de luz, la blancura, me ha hecho recordar la condición de otras partes de España y de la mayor parte de Europa, y la he disfrutado.

 

Antonio Gamoneda

Gamoneda anotando un pensamiento poético sobrevenido.

Fotografías: La Torre de Montaigne / Ana Larios.

 


AMOR

Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.

Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.

Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.

 

 

DESPUÉS DE VEINTE AÑOS

Cuando yo tenía catorce años,
me hacían trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a casa, me cogía
la cabeza mi madre entre sus manos.

Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra
y los gritos de mis camaradas en el soto
y las hogueras en la noche
y todas las cosas que dan salud y amistad
y hacen crecer el corazón.

A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.

Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse con el frío.

Esto no es justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño.

Entraba en el trabajo.
La oficina
olía mal y daba pena.
Luego,
llegaban las mujeres.
Se ponían
a fregar en silencio.

Veinte años.
He sido
escarnecido y olvidado.
Ya no comprendo la noche
ni el canto de los muchachos sobre las praderas.
Y, sin embargo, sé
que algo más grande y más real que yo
hay en mí, va en mis huesos:

Tierra incansable,
firma
la paz que sabes.
Danos
nuestra existencia a
nosotros
mismos.

 

Eduardo Fdez-Martos Machado
Director
donmiguel@latorredemontaigne.com
Eduardo Fdez-Martos Machado

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