Rosa Romojaro

BIOGRAFÍA LITERARIA

Nació en Algeciras (Cádiz). Fue Catedrática de Institutos de Bachillerato y, actualmente, es Profesora Titular en la Universidad de Málaga con Acreditación de Catedrática de Universidad de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Ha publicado ensayos teóricos y críticos sobre el Siglo de Oro, como Lope de Vega y el mito clásico (1998) o Funciones del mito clásico en el Siglo de Oro: Garcilaso, Góngora. Lope de Vega. Quevedo (1998), y sobre literatura contemporánea (Lo escrito y lo leído. Ensayos sobre literatura y crítica literaria, 2004; Bibliografía de Manuel Altolaguirre, 2007; La poesía de Manuel Altolaguirre, 2008; Teoría poética y creatividad, 2010…), así como ediciones de diversos poetas. En 2003, recogió en su libro Rodear la tarde una selección de artículos de opinión publicados en el Diario Sur. Como narradora, ha publicado una novela (Páginas amarillas, 1993) y una colección de relatos (No me gusta las mujeres que lloran y otros relatos, 2007). Entre sus poemarios, algunos de ellos traducidos a otros idiomas, figuran Secreta escala (1983); Funambulares mar (1985); Agua de luna (1986); La ciudad fronteriza (1987, 1988), que recibió una Ayuda a la Creación Literaria del Ministerio de Cultura; Poemas sobre escribir un poema y otro poema (1999), editado con motivo de la obtención del Premio Manuel Alcántara; Zona de varada (2001), que obtuvo el Premio Ciudad de Salamanca; Poemas de Teresa Hassler (Fragmentos y ceniza) (2006), Premio Jaén de Poesía; Cuando los pájaros (2010), Premio Antonio Machado en Baeza y Premio Andalucía de la Crítica; y Mirar el mundo (2014), antología de su obra poética. En 2006 se le concedió el galardón Día de Andalucía de las Letras, por su trayectoria profesional. Pertenece, asimismo, a las Reales Academias de Antequera y de Córdoba.

POÉTICA

Comenzar escribiendo desde dentro, ir a buscar allí imágenes y símbolos. En el folio: lo barroco, lo hermético: forma probable de ocultación de lo no dicho. En aquellos poemas del comienzo. Luego, mirar el mundo, salir de este interior, despojarse de sí. Que las cosas nos traigan a uno mismo. Objetivar en ellas el sentir, la emoción. Sondear la palabra. La palabra como salvación. La palabra también como rescate del tiempo y del espacio, de las cosas que habitan. Constancia del aquí y del ahora. De la vida. Y, a su vez, la palabra como respuesta, en el poema, al reclamo del mundo, a la plena comunión con lo ofrecido, e igualmente, respuesta a su rechazo, a su silencio. La fe en la palabra. El deseo. Ese deseo de decir, aunque nos salga al paso la derrota. Dar nombre a lo que existe hoy, a lo que ya no está, avizorar la esencia. Dar nombre a la emoción, encarar su sentido en el intento de lograr entenderla y, entendida, asumirla. Y seguir, seguir siempre. Quizás el yo se salve, más que por una liberación total al decir la palabra, por una aceptación de lo que en ella dice. Aceptación de aquello a lo que se ha logrado poner nombre.

POEMAS

Rosa Romojaro

LA AUSENCIA

Ya no está aquí. Sólo quedan sus cosas,
aventadas igual que siembras nuevas
o escondidas, ocultas en añosas
valijas de caoba como en cuevas

selladas. En la casa se percibe
un silencio de imagen sostenida
o de agua estancada en el aljibe
sombrío de la ausencia. La caída

de la luz se demora, se dilata
en las manos que esperan y en los ojos
que esconden la mirada en la escarlata
hoguera del oeste: son despojos

lo que quieren mirar y mientras tanto
lloran, calcando ajenos el fulgor
de la tarde, sin ver, y es rojo el llanto.
Alguien abre una puerta, y un olor

a pétalos marchitos deja paso
al recuerdo. Detrás de los cristales,
la noche se ha instalado en el ocaso.
Y es la hora: murmullos laterales

lo confirman. Lo mismo que un disparo
anuncia la salida hacia una meta,
de repente, se olvida el desamparo
y en los ojos se enciende la secreta

pasión del movimiento. Todo es prisa.
La sala se convierte en un mercado:
se tasa; se comercia; se precisa
lo que entrará en los lotes, lo asignado

a cada cual; se busca lo encubierto
y se vuelve a llorar porque no exista
ni clave ni tesoro. Del incierto
pasado de reliquias que a la vista

se ofrece nada importa: ni las fotos
del hombre que sonríe desde el puente,
ni cartas, ni cuadernos, ni los rotos
proyectos de un diario. Nada. Enfrente,

la luna es una fruta que madura
en un árbol. Y tarda su caída
lo que tarda en caer a la basura,
que las bolsas recogen, una vida.

 

(De Poemas sobre escribir un poema y otro poema, 1999)

Rosa Romojaro

TRANSFIGURACIÓN

Es el centro del mundo, el corazón
del mar en medio de la tierra.
Aquí está su latir. Un corazón abierto
en esta hora roja que balbucea líquida.

El trazo de las aves se oscurece
y advierte desde el cielo su último clamor.
Lo demás ya es un eco que persiste en la roca
y en la pulpa del cráneo.
Lo demás son rumores que preludian la noche
aún gris en las arenas.
(Un pájaro abatido en sus estrías
marca su sombra tenue como de piedra lisa,
y la piedra arrumbada, más allá,
responde con su sombra de ala en las alturas.
Confusión de la noche que todo tergiversa.)

Las algas en la orilla
naufragan el aroma remoto de los tiempos.

Hora de las hogueras. Simulacros distantes
de un declinado sol que incendia los perfiles.
Réplicas excitadas de la inasible luz.
Lámparas de la ausencia. Los ojos en la escena,
desde la gradería de guijarros,
dan fe de lo que ocurre bajo el acantilado:
el relevo del día, la entrada de otra luz
que entenebra la cala, el trueque
del reguero amarillo en la fragua del oro
por la estela de plata en el envés de azogue…

Como si alguien se hubiera mirado en otro espejo.

Como si el mismo espejo observara otra imagen.

En esta hora.

Cuando el mar se ennegrece y pide ser la mar.

Aún las chicharras suenan en las lomas
tras el cerco de pitas. No sirenas,
que con su canto obliguen al regreso.
Aquí,
sólo el mar canta su latido
y deshace ataduras con lo que quedó fuera.

Sortilegio del mar, que hace ser mar,
y noche,
y húmedo deseo,
y ser
en constancia de ser.
Es su llamada.
Y el cuerpo se desliza a su reclamo.
Y es también temblor tibio, y tinta, y plata rota.
Ante la luna inmóvil.
Calco de esa otra luna donde se inscribe el día.

Lo demás será sueño.

 

(De Cuando los pájaros, 2010)

Rosa Romojaro

UNA CIUDAD, LA PÁGINA

La página del libro. Si te alejas de ella
y la sigues mirando fijamente,
recorrerás sus calles con los ojos,
sus plazas, sus rotondas,
las amplias avenidas de los puntos y aparte.

Es como una ciudad
la página.
Ahora, mi ciudad:
este poema:
las calles conocidas,
la plaza de las tardes,
la casa del pasado
-“Casa de las Muñecas” le decían-,
sólo aquí ya,
entre estas comillas-crestería de estatuas,
sólo aquí ya,
desgajada del tiempo. El mar
muy cerca,
en el margen abierto de la caja.
Borrosos malecones de los versos.
Diques del Este aquí.
Dársenas de los muelles los espacios.
Los barcos fondeados las palabras.
Esta palabra-barca que ahora escribo,
con su ancla: este punto

final.

(De Cuando lo pájaros, 2010)

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